La Fundación Bancaja -cuya sede museística se encuentra en plaza de Tetuán nº23 de Valencia-, inaugurará en su museo, en el mes de enero de 2021, la nueva exposición “Sorolla. Femenino plural”, una coproducción con el Museo Sorolla de Madrid y otras instituciones que ofrece una lectura de la presencia de la mujer en la obra del pintor valenciano así como en la sociedad de finales del siglo XIX y principios del XX.
La muestra, presente ahora en Madrid hasta el 10 de enero, se presentará en Valencia con más de medio centenar de obras del Museo Sorolla, Fundación Museo Sorolla, Fundación Bancaja, Museo del Prado, Diputació de València, Colección Abelló, Colección BBVA, Colección Pedrera Martínez y Universidad Complutense de Madrid, entre otras colecciones públicas y privadas.
Cuadros como el de “Pescadora con su hijo” de 1908 o “Pescadoras valencianas” de 1903, estarán presentes en la nueva exposición donde se pone en relieve y se muestra la importancia de la imagen femenina en la obra del pintor, más allá de los estereotipos de la época. Informaremos en breve de las fechas y horarios de la exposición.
LA VISIÓN FEMENINA DE SOROLLA.
La exposición «Sorolla. Femenino plural» pretende poner de relieve la presencia de las mujeres en la obra del pintor: esta es abundante y variada, ya que Sorolla fue un gran observador y admirador de las mujeres, naturalmente sensible a su gracia o su belleza, pero sobre todo a otras cualidades como la valentía o la fortaleza.
La vida de Sorolla coincidió con los inicios del movimiento feminista en España, pero este era todavía muy minoritario: las mujeres españolas tenían aún un nivel cultural muy bajo, pocas accedían a la educación secundaria, y la universidad les estuvo prácticamente vetada hasta 1910. En cuanto al derecho al voto, no se les reconocería hasta 1931 (Sorolla no lo conoció: había muerto en 1923).
Sorolla fue hombre de ideas liberales y mantuvo estrechas relaciones con la Institución Libre de Enseñanza, promotora de la instrucción femenina y defensora de la igualdad, pero nunca fue un militante. Su obra recoge muchos de los estereotipos femeninos propios de su tiempo: ángeles del hogar, mujeres caídas, sencillas y trabajadoras mujeres del pueblo, elegantes burguesas y “modernas”; pero rara vez son solamente “tipos”: son personas individuales, de carne y hueso, y como tales Sorolla las trata siempre con respeto.
La historia y la mitología han servido tradicionalmente a los artistas como pretexto para introducir los desnudos femeninos en sus obras; a las evocaciones del mundo antiguo o grecorromano, el Romanticismo añadió las fantasías orientales con sus harenes y odaliscas; estos temas eran todavía vigentes en la juventud de Sorolla, en la que se popularizó también el motivo de la modelo en el estudio del pintor.
Sorolla aprovecha esos argumentos para crear imágenes abiertamente sensuales, situadas en la Antigüedad clásica o un imaginario Oriente, pero a veces prescinde de escenografías y pinta sencillamente modelos. En su obra posterior los desnudos escasean pero exhiben una extraordinaria maestría técnica.
La aparición de las campesinas marca un hito importante en la obra de Sorolla: retirado en la ciudad italiana de Asís por un tiempo, busca en solitario un estilo propio y lo encuentra en el naturalismo de la representación, sencilla y directa, de lo que tiene a su alrededor: las aldeanas en sus campos.
Paralelamente se gana el sustento con cuadritos amables de escenas valencianas cuyas protagonistas responden a los estereotipos tradicionales de la mujer doméstica: devota, laboriosa y buena madre.
El realismo social irrumpe en su obra durante unos cortos pero intensos años (1892-1899). Su producción en esta tendencia va destinada a los grandes certámenes y es ambiciosa tanto técnicamente como en los temas escogidos; Trata de blancas aborda el tema de las mujeres “caídas”, pero lo hace con una mirada compasiva, insinuando la penosa condición de estas mujeres obligadas por la miseria a ejercer su oficio.
Las principales heroínas populares de Sorolla serán las pescadoras valencianas, vigilando a sus chiquillos en la playa o esperando la llegada de las barcas para ir a vender la pesca del día. La dureza de sus vidas se adivina en la tensión de esas esperas, en el continuo cargar con los niños en brazos además de los cestos de pescado, o en la extrema juventud con que vemos a algunas incorporarse al trabajo, pero la fuerza benéfica del sol suaviza los aspectos más sombríos: ellas aparecen siempre como figuras fuertes, dignas.
Mujeres de otras regiones aparecen también en sus cuadros, afanadas en sus tareas, cuidando a sus hijos o simplemente posando, siempre envueltas por el pintor en una mirada admirativa.
En la época de Sorolla, pocas mujeres podían aspirar a una independencia cómoda; si no tenían una fortuna propia solo podrían disponer hasta cierto punto de su vida mediante una voz excepcional, talento escénico o alguna otra cualidad extraordinaria. Sorolla se hizo pronto con una clientela escogida entre la alta sociedad. Retrató a burguesas o aristócratas elegantes, en cuadros refinados en los que el vestido compite en protagonismo con la propia modelo.
Pero también fue requerido por esas mujeres que en su tiempo aspiraban decididamente a ser “modernas”: algunas solamente en lo externo, en su peinado y vestuario (y Sorolla tenía un gran instinto para la moda), otras por su educación y cultura, y otras por sus profesiones artísticas: actrices o cantantes cuya fama y riqueza les permitía una libertad inalcanzable para las demás.
Cabe mencionar, además, que la exposición Sorolla y Benlliure. Pinceladas de una amistad se puede visitar hasta el 28 de febrero de 2021, por lo que la visita a la sede de Fundación Bancaja puede ser una completa experiencia para conocer gran parte de la obra de Sorolla.