- El Real Convento de Santo Domingo (situado en plaça de Tetuan nº 22 de la ciudad de Valencia) ofrece visitas guiadas al conjunto en horario de 11:00 a 12:30 horas los martes, miércoles y jueves. Es condición indispensable solicitar dicha visita en la siguiente dirección de correo, aricgtad@mde.es, o bien en los teléfonos 961963716 / 961963237.
- Con más de 750 años de historia, el antiguo Real Convento de Santo Domingo de Valencia, también llamado de Predicadores y situado en la plaza de Tetuán, es en la actualidad la sede del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad (CGTAD), donde además se le conoce, todavía, como antigua Capitanía General de Valencia. Lugar único, donde los haya, del que podríamos decir que tras cruzar su puerta de entrada estaremos viajando constantemente en el tiempo en cada una de sus estancias y rincones.
- Entre sus piedras se albergan más de 7 siglos de antigüedad, historias y…restos de grandes personajes de nuestro pasado. Actualmente, la protección y el mantenimiento de este lugar mágico lo hace el Ministerio de Defensa.
Hay visitas a lugares de Valencia que se nos pueden hacer pesadas o aburridas (cuestión de gustos y de que no pueda despertar interés en cada uno de vosotros a pesar de que ese rincón albergue una gran historia y magia); otras, sin embargo, nos gustan y atraen, y es por eso que desde Valencia Bonita lo plasmamos de alguna manera, bien con fotos o con un artículo.
Pero de lo que no nos cabe duda es que, tras visitar el Antiguo Real Convento de Santo Domingo de Valencia, situado en la Plaza de Tetuán, este es uno de esos lugares dignos de visita cada cierto tiempo. Además de dedicarle un artículo entero (y aún nos quedaríamos cortos), de invitaros a que conozcáis este rincón del que se organizan visitas guiadas en cualquier época del año o días sueltos para conocer, por ejemplo, su Capilla Real, y de recalcar que el estado de éste es magnífico (una auténtica joya que podemos disfrutar sin salir de la ciudad), hemos de confesaros que nuestra visita ha sido «para recordar». Cabe decir que ya habíamos visitado hacía muchísimos años el antiguo Convento de Santo Domingo pero, quizás, por aquel entonces no supimos apreciar el valor añadido que le corresponde.
Sus inicios fueron entre los años 1250 y 1252, cuando se realiza la primera Iglesia, de la que hoy no se conserva mucho. Cabe decir que su historia se comienza a labrar un 11 de abril de 1239, fecha en la que Jaime I firma el permiso para la construcción del Convento de Predicadores de Valencia de la orden de los Dominicos, colocando la primera piedra para ser fundado por Miguel de Fabra, con la curiosidad de que el entonces obispo de Valencia, en aquellos momentos, Andrés de Albalat, mandará en 1252 levantar un tramo de muralla para que el conjunto quedase dentro de la ciudad.
Al acercarnos a su gran portada, la de la Capilla Castrense, uno ya se puede dar cuenta de la majestuosidad que nos espera en el interior de este antiguo convento. Actualmente, como hemos mencionado anteriormente, su visita guiada es totalmente gratuita bajo unos horarios establecidos que exponemos al final de este artículo. Nuestra visita, en el día de jornada de puertas abiertas, no resto ni un ápice de dedicación a cada una de las líneas que observamos con el más mínimo detalle, a pesar del gentío incesante de gente que seguramente no lo conocía.

El convento, de «obligada visita», impacta desde nada más observar su precioso Claustro Mayor o Gótico que descubriremos tras pasar un pequeño claustro presidido por una bandera de España. El precioso Claustro Gótico, que dispone de un pequeño jardín en el centro y desde el cual, a través de sus corredores, puede verse la cúpula, es un conjunto de bóvedas de crucería, clave y ménsulas historiadas, donde podremos encontrar preciosos parteluces decorados con blasones de familias importantes del pasado de Valencia y que intervinieron de alguna manera en el convento. Comenzó a levantarse a comienzos del siglo XIV (1310-1320), aunque su construcción debió dilatarse considerablemente en el tiempo, donde cabe decir que las elaboradas tracerías del ala este, pertenecen ya al arte del siglo XV.
A medida que recorreros el claustro, a nuestra izquierda veremos en todo momento el pequeño jardín, que nos hará de guía y acompañamiento en todo momento, y a nuestra derecha destacaremos las diferentes salas que podremos recorrer, las capillas y altares que nos harán detener y un buen número de detalles que harán olvidarnos de la hora en la que vivimos.


Nosotros, en todo momento quisimos jugar con cada forma y detalle para plasmarlo en las fotos, donde podemos decir que las tracerías que adornan los arcos góticos más elaborados del claustro parecen ser un elemento de juego visual que conecta con nuestras fotografías dando lugar a que piezas de puzle del convento encajen a la perfección.

Aula Capitular o Sala Capitular del convento. Estancia de estilo gótico conocida también como “El salón de las palmeras” por sus cuatro columnas altísimas y delgadas que acabadas en forma de palmera, sustentan los arcos de crucería. Completamente acabada en 1321, fue costeada por el caballero don Pedro Boil, primer Señor de Manises, Maestro Racional de Valencia, y Mayordomo y Tesorero de Jaime II. En esta sala se celebraban los capítulos generales y provinciales de la Orden, la elección de priores, tomas de hábito y profesiones. Era donde los religiosos celebraban públicas confesiones y cumplían sus penitencias, además de que aquí se llegaron a celebrar Cortes Generales del antiguo Reino de Valencia, mencionando también la toma de hábitos de San Vicente Ferrer y San Luis Bertrán en este lugar. Una sala donde en sus paredes hay hasta quince blasones de tres tipos: de la Corona de Aragón, de don Pedro Boil y de su esposa, Altadona de la Scala.

Cabe mención especial, el precioso sepulcro adosado al muro de esta sala, donde reposan don Ramón Boil III, señor de Bétera y virrey de Nápoles en el reinado de Alfonso V el Magnánimo y don Ramón Boil II, señor de Bétera, llamado “Gobernador Viejo”.

Otra de las preciosas estancias es la situada en el ala sur del Claustro Mayor, llamada Salón del Trono. Fue construido entre 1560 y 1567 en estilo renacentista. Se trata de una estancia rectangular de estilo renacentista cubierta con bóveda de crucería de arcos rebajados. En las claves policromadas de esta bóveda todavía se pueden ver imágenes de frailes dominicos y de la Virgen del Rosario, siendo esta última la mayor devoción que tenía la antigua orden. Sus paredes, en el XVIII, estuvieron chapadas con azulejos valencianos. Este lugar ha sido testigo de las Cortes Generales que presidió el Rey Felipe III en 1604 durante la guerra de la independencia, fue empleado por los franceses como caballerizas y a partir de la exclaustración de 1835, como depósito de cañones. No fue hasta 1966, tras su restauración, cuando se le denomina “Salón del Trono”, a expensas del General Mateo Marcos. En este lugar, desde entonces, se acogen actos castrenses de carácter institucional, además de actos como conciertos de música, conferencias o exposiciones.


Tras las puertas de la última fotografía, se puede encontrar la llamada Celda de San Vicente, lugar de disputa de nobleza para “hacerse con ella”. Se considera que ocupa el lugar donde vivió San Vicente durante el tiempo que estuvo en el Convento. En 1604, el papa Clemente VIII aprobó la creación de una cofradía de 12 miembros para velar por su conservación, honor de pertenencia que se disputo, como hemos dicho al principio, la nobleza valenciana durante siglos. Durante la Guerra Napoleónica fue saqueada y derruida, para ser reconstruida en 1815 y, finalmente, restaurada en 1887 por deseo del Capitán General don Marcelo Azcárraga, con la curiosidad que durante la Guerra Civil Española fue convertida en polvorín.

La preciosa sala tiene un sencillo altar presidido por una imagen del Santo San Vicente Ferrer, donde los zócalos son de cerámica policroma, de gran belleza e interés, aunque ésta no es su situación original, dado que la cerámica estaba situada en el refectorio en un principio.


Después de terminar de ver esta pequeña «celda», caminamos, ya con ansia, de ver las dos estancias más visitadas del antiguo Convento. Nada más entrar en la Capilla de San Vicente, conocida también como la iglesia de Santo Domingo, uno queda maravillado con esta gran obra, que son los restos de la tercera y monumental iglesia conventual que fue demolida en 1865. De ella sólo quedó a salvo el último tramo de los pies que unían las dos capillas transversales; una de ellas, la Capilla de San Vicente, es de estilo neoclásico, que tiene una sola nave de seis tramos y cúpula semicircular, siendo desde 1878 destinada a ser la Parroquia Castrense de Valencia. En esta capilla se encuentra un bello órgano presidido en un extremo de la sala junto con un cuadro de gran tamaño a su izquierda y un pequeño confesionario.
Diseñada por José Puchol a finales del siglo XVIII, está decorada con mármoles de canteras valencianas. En el Altar Mayor se encuentra un retablo de inspiración barroca presidido por la figura de San Vicente predicando.

El cielo del presbiterio se cubre con una bóveda de cuarto de esfera y se halla decorada con pinturas al fresco de José Vergara Gimeno, que representan la Apoteosis Celestial de San Vicente. Los muros laterales, bajo la cúpula, acogen dos cuadros de realismo velazqueño que representan “El Compromiso de Caspe” y “El Milagro de la llegada a Barcelona de las naves cargadas de trigo”, siendo ambos lienzos obras del pintor valenciano Vicente Salvador Gómez.
Pero de entre todas las estancias de este maravilloso lugar, destaca una que llama la atención sobre cualquier otra. Sin duda hablamos de la Capilla de los Reyes, que se sitúa justo enfrente de la entrada desde el Claustro Mayor hacía la Parroquia Castrense. Esta capilla, obra de Francesc Baldomar, es una de las joyas del tardogótico valenciano. Fue encargada construir por el rey Alfonso V el Magnánimo con la intención de ser el lugar de enterramiento del propio rey y de su esposa María de Castilla, pero por diversas, la voluntad del rey hizo que éste prefiriera ser enterrado en Nápoles y su esposa María de Castilla, en el Real Monasterio de la Santísima Trinidad de Valencia.


La primera piedra de esta capilla se colocó en 1439 y fue terminada por su hermano, Juan II, en 1463. La capilla no cumplió su finalidad sepulcral hasta 1535, cuando fue entregada por el emperador Carlos I de España a Doña Mencía de Mendoza, marquesa de Zenete, para panteón familiar.
En otra época hubo en esta capilla dos tablas del taller de El Bosco, una de ellas el Tríptico de los Improperios o de la Pasión, propiedad de doña Mencía, pero que ahora se encuentra en el Museo de Bellas Artes San Pío V. Este hecho se debe a que tras su muerte, la de doña Mencía, pasó a ser propiedad del Convento de Santo Domingo y finalmente, por culpa de la desamortización de 1835, propiedad del Museo Provincial, sito en el antiguo convento del Carmen, según consta en el inventario de febrero de 1838, con los números 3, 4 y 5, y que en la actualidad ha pasado a formar parte del San Pío V. Así pues, destaca la ausencia total en esta capilla de cualquier clase de decoración, lienzo o adorno que no sea la piedra desnuda y oscura como correspondería a una capilla funeraria.

Destaca en el centro de la Capilla, un precioso túmulo funerario en mármol que corresponde a Don Rodrigo Hurtado de Mendoza y de Vivar, y a su esposa Doña María Fonseca de Toledo (marqueses de Zanete).
Dada la finalidad sepulcral, por voluntad de la hija de los marqueses, Doña Mencía, se hizo labrar en Génova un gran sepulcro en mármol blanco de Paros para sus padres, donde ella descansa también a los pies de los mismos, conformándose con una simple lápida. Sobre las inscripciones de este gran sepulcro realizado en mármol blanco de Paros realizado en Génova hacia 1563 según traza de Giovanni Battista Castello «El Bergamasco», y por los escultores Giovanni Carlone y Giovanni Orsolino, dice la inscripción:
«A don Rodrigo de Mendoza, marqués de Zenete,
padre de doña Mencía de Zenete, varón esclarecido.
Murió en 22 de noviembre de 1523.
A doña María Fonseca de Toledo, marquesa de Zenete,
madre de doña Mencía de Mendoza, esclarecida dama.
Murió en 16 de agosto de 1521».

Cabe decir que la construcción del sepulcro es mucho más tardía que la muerte de los marqueses, y que no fue hasta años más tarde (40 y 42 respectivamente), cuando los restos de los marqueses fueran inhumados en el sepulcro en el año 1563, por disposición testamentaria de su hija y voluntad ejecutada por uno de sus descendientes, Luis de Requesens. También yacen en este lugar (en el subterráneo), distintos personajes importantes como el pintor Joan de Joanes, que fue traído hasta aquí en 1850 desde la Iglesia del Carmen de Valencia, o canónigos de distintas épocas como fray Domingo Anadón, fray Juan Micó, fray Marcelo Meléndez y fray Juan Bautista Espejo.
Pero tal y como os hemos comentado en el exterior de este artículo, muy pocos conocen la historia de amor que «sufrieron» los marqueses para poder, finalmente, descansar en paz en el sepulcro. Quien mejor nos cuenta la historia, además de los guías que encontraréis si hacéis una visita guiada al convento, es mcnbiografias.com, donde añadimos a continuación el tema amoroso que nos concierne y extraemos de su artículo.
Resulta que Don Rodrigo Hurtado de Mendoza y de Vivar era un “caballero” de los de antaño, tan hábil con la espada…como con los amores. Su primer matrimonio, con doña Leonor de la Cerda, hija y heredera de los duques de Medinaceli, se celebró en el año 1493 hasta que finalmente, su hijo fruto de aquel matrimonio, Luis de Mendoza y de la Cerda falleció en 1497 y con él, poco más tarde, la esposa del marqués, hecho que produjo que abandonara las tierras y se enrolara en la armada castellana que defendió los intereses de Fernando el Católico en el reino de Nápoles. Es desde aquí, debido a su trágica ruptura matrimonial a causa de la muerte, cuando el marqués tendría más de un problema incluso con la Roma de los Borgias. Y es que, parece ser, que don Rodrigo tenía una extensión de su espada, siendo pues un apasionado tanto el campo de batalla como en la cama (como buen caballero).
Pero que por ejemplo el Alejandro VI quisiera casarlo con su hija, la famosa Lucrecia Borja (hecho del cual se negó), no impediría el único objetivo y verdadero amor del marqués: casarse con doña María de Fonseca, hija de Fernando de Fonseca, señor de Coca y Alaejos, y sobrina del famoso Alonso de Fonseca el Viejo, arzobispo de Sevilla y consejero de Enrique IV.
Esta pretensión del marqués chocó frontalmente con los planes del linaje Fonseca, que querían desposar a doña María con su primo, Pedro Ruiz de Fonseca, con el fin de que aquilatar su patrimonio territorial. No obstante, la dama en cuestión había quedado prendada del gran galán que era don Rodrigo, profesándole grandes amores incluso en tiempos de la Reina Católica. Este amor les traería problemas a los dos, dado que por ello, el regente Fernando de Aragón dictaminó que María de Fonseca quedaría confinada en tercerías en el castillo de Arévalo hasta que el Consejo Real decidiese con quién habría de casar la dama. Se celebró incluso un desposorio por poderes, pero tal era el enamoramiento de doña María que se negó a cohabitar con su primo y esposo. A ello se unió, como es lógico pensar, las apelaciones realizadas por don Rodrigo, que no cejaba en su empeño de casarse con su amada. En 1502, el marqués de Zenete hizo correr el interesado rumor de que él se había desposado con anterioridad, lo que convertía a Pedro Ruiz de Fonseca en culpable de bigamia. Ante tales desacatos, la reina Isabel ordenó que el marqués fuese encerrado en el castillo de Cabezón, al tiempo que el linaje Fonseca ordenaba también una vida vigilada para doña María en la fortaleza de Alaejos, dominio solariego de la familia.
Con la entronización de Felipe de Habsburgo y Juana de Trastámara como monarcas de Castilla, la cuestión continuaba sin estar resuelta, y se complicó aún más por el hecho de que el rey Felipe, sin duda buscando apoyos en la nobleza castellana, puso en libertad al marqués. En la entrevista de Villafáfila, el 27 de junio de 1506, Fernando el Católico y Felipe I de Castilla habían acordado de forma un tanto brusca el traspaso de poderes en el reino; a los pocos días, todavía el embajador de Felipe, Pedro de Guevara, inquiría en Tordesillas a Fernando II de Aragón cómo podría el nuevo monarca solucionar el enfrentamiento que traía de cabeza al marqués de Zenete y a los Fonseca. Ante esta indefinición de acontecimientos, y sobre todo tras la muerte de Felipe I, el 25 de septiembre de 1506, el marqués de Zenete aprovechó la confusión reinante para asestar un golpe de gracia al pleito: con ayuda de una conspiración palaciega, don Rodrigo raptó a su enamorada doña María del convento burgalés de Las Huelgas, donde se encontraba la dama después de haber dejado Arévalo. La osadía del marqués fue enorme, al desafiar a la autoridad regia y a la del Consejo Real. La apuesta le salió bien, pues en 1507, ya con Fernando de Aragón como regente de Castilla, fue perdonado y el matrimonio pudo celebrarse, a pesar de que la dama fue desheredada por sus parientes. El acontecimiento, que el erudito Juan Catalina (op. cit.) se encargó de diseccionar convenientemente, fue uno de los hitos sociales más importantes en los primeros años del siglo XVI e, incluso, dio lugar a la composición de cantares, como el romance redactado por el desconocido poeta Quirós que puede leerse en el Cancionero general de Hernando del Castillo (Texto extraído de mcnbiografias.com).
Sin duda alguna, recorrer todo el Acuertelamiento de Santo Domingo se debe hacer con calma. El Antiguo Convento de Santo Domingo de Valencia, cambió su uso tras la exclaustración de las órdenes religiosas de 1835, donde el conjunto fue cedido al Ramo de Guerra del Estado en 1839 y, tres años más tarde, se instaló en él la Capitanía General de Valencia. Fue después de su exclaustración cuando se inició el gran proceso de restauración, sobre todo a partir del nombramiento del General Urrutia como Capitán General, quien inició y dirigió personalmente las obras de restauración y rehabilitación del monumento.

A él se debe la recuperación del Aula Capitular con el Sepulcro de los Boil y de la mayor parte del Claustro Gótico, hecho que le mereció el tener a día de hoy, todavía, una calle en su nombre en la ciudad de Valencia. Otros ejemplos de restauración son los diferentes impulsos realizados por diferentes personas, tales como el General Mateo Marco en la restauración del antiguo refectorio convertido hoy en el “Salón del Trono”, la labor del Teniente Coronel Valonero para hacer realidad la Sala de Capitales Generales (la sala donde están expuestos todos los Capitanes Generales de Valencia desde la creación de dicho rango por Felipe V), o el aporte cultural ofrecido por el General Freire Conde.

Si queréis transportaros en el tiempo para conocer todos los Capitanes Generales de Valencia, la Sala de Capitanes Generales es el lugar donde pueden verse todas ellas, que es donde se comprende que el monumento mantenga el nombre. Capitanía ha sido también sede del Cuartel General de la Fuerza de Maniobra, entre 1997 y 2006, y actualmente alberga las dependencias de la Secretaría General del Cuartel General Terrestre de Alta Disponibilidad en Valencia. Es por todo ello, que su historia va ligada y comprendida desde la época de Jaume I, pasando por el gran siglo de oro valenciano, la abolición dels Furs, la creación de la figura del Capitán General de Valencia hasta la actualidad, donde podemos decir que al escribir estas palabras hemos viajado en el tiempo a través de lo que sus paredes nos han contado.
Tras acabar nuestra visita y dirigirnos a la salida del convento, como si alguien lo orquestase comenzamos a oír repiques del campanario del convento. Momento que hizo detenernos a dar una última ojeada a su Claustro Mayor y a recordarnos que eran las 6 de la tarde. La verdad es que si no llega a ser por el campanario, hubiéramos seguido absortos en aquel lugar. Tras comprobar que nuestra visita duró una hora y media, nos dimos cuenta de que realmente habíamos viajado en el tiempo para recorrer este emplazamiento que fue declarado Monumento Histórico Artístico Nacional el 3 de junio de 1931.
Después de estos párrafos, esperemos que os animéis a conocer esta «máquina del tiempo» que puede transportaros a visitar sus rincones con más de 750 años de historia. Una historia que, sin duda, tenéis que conocer de cerca. Por cierto, para los curiosos, existe una escultura de yeso (original) que emula a la situada en bronce, sobre un basamento de piedra, que se encuentra justo al lado de las Torres de Quart. ¿Sabéis de quién hablamos? Y es que la de las Torres de Quart, solo está ahí desde 1966…además de una tercera situada en el San Pío.

Fuentes:
- Convento de Santo Domingo de Valencia, Elena Lozano Jimenez.
- Los tesoros de Santo Domingo, ejercitotierra.wordpress.com
- antiguo Convento de Santo Domingo, ejercito.mde.es
- Jornada de Puertas Abiertas en la antigua Capitanía General de Valencia
- jdiezarnal.com
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Realmente, un viaje en el tiempo. Valencia bonita está haciendo una gran labor acercando y dando a conocer, los tesoros de nuestra ciudad.
Muchas gracias por tus palabras Ofelia. Un saludo