Hace tiempo que deseábamos hacer este pequeño recorrido y por fin, tras buscar un hueco en nuestra apretada agenda, pudimos escaparnos con tiempo para conocer uno de los mayores encantos de Benimàmet: la calle de Felipe Valls.
Aparcamos el coche en las cercanías de la parada de metro de Benimàmet y preguntamos a un hombre mayor que justo pasaba en ese momento: «Disculpe, nos gustaría ver las villas más bonitas de esta calle, ¿hacia qué lado de Felipe Valls nos dirigimos? ». El hombre, muy amable y con salero en su contestación en valenciano nos dice: «xiquet, estàs en el mig. Tant a un costat, cap al Casino Cervantes, com a l’altre, cap al Cementeri, veuràs viles precioses. Això sí, compra’t berenar i una botelleta d’aigua que caminaràs i molt».
Le preguntamos al hombre sobre qué lado de la calle le gusta más y nos comenta que su preferido es el que va hacia el Cementerio, pero que tengo que ir a ver el Casino Cervantes sin ninguna duda ya que tanto a un lado como otro hay fachadas preciosas. Nos cuenta que lleva toda la vida viviendo allí y que no lo cambiaría por nada del mundo, que todas sus vivencias y su gente van ligadas a Benimàmet y que si tuviera que marchar su vida no tendría sentido desde entonces.
Esta pedanía, que para nosotros y para sus habitantes es población (esperemos que algún día lo vuelva a ser oficialmente), tuvo comienzo a principios del siglo XX, donde la llegada del alumbrado eléctrico ya propicio la masiva llegada de “señoritos”, grandes personajes o personas que simplemente buscaban construirse una segunda residencia fuera de la capital para pasar el verano entre los años 20 y antes de la llegada de la Guerra Civil, aunque bien se puede decir que fue lugar de residencia para muchas familias que buscaron la tranquilidad por si Valencia era bombardeada (eso de que Valencia fuera capital de la República no inspiraba confianza a muchos).
De aquellas construcciones, que hoy quedan gran parte de ellas, algunas están abandonadas y descuidadas, pero muy pocas la verdad. Muchas otras están habitadas y tras pasear nos dimos cuenta de que aquello era un viaje al pasado: gente con sillas en la calle sentados a la fresca, mujeres mayores limpiando su entrada y la acera cercana a los chalets o simplemente una continuación de fachadas que recuerdan a otros tiempos en la arquitectura.






Como nos sentimos curiosos preguntamos a una mujer que barría su entrada: «buenas tardes, disculpe que le preguntemos ¿es usted del barrio de toda la vida? Esto es una gozada, es como tener un “pueblecito” cerca de la capital». La mujer, que barría con mucho arte todo hay que decir, nos comenta que la casa era de sus abuelos, paso a sus padres y ahora era de ella, y que por supuesto dejará como legado a sus hijos. «El que quiera vender aquí una casa es porque está necesitado o porque está loco».
Llegamos al fin de nuestro paseo y tras mirar el reloj nos damos cuenta de que han pasado 2 horas y que nos hemos dejado mucho camino por recorrer (cierto es que nos hemos entretenido en mirar detalles y casas de calles adyacentes).
Es cuando volvemos al coche y nos damos cuenta de que hemos vuelto al presente tras arrancar el motor. Justo al lado está una de nuestras preferidas, Villa Garnelo, una preciosa casa que ahora es establecimiento y que debe su nombre al pintor Jose Garnelo Alda (aunque nuestra preferida, verdaderamente, sea la de Villa Carmen).

Nuestra visita ha terminado. Ahora tiene que empezar la vuestra. La maquina del tiempo de Benimàmet os está esperando. Sus preciosas fachadas de villas y chalets quieren haceros viajar al pasado, donde además tenéis otro encanto añadido que a nosotros no nos ha dado tiempo recorrer: parte de su maravilloso patrimonio cultural.
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