A los que pasean a diario por uno de los puentes de Valencia, bien podríamos decir que muy pocos de ellos conocerán la historia de uno de los casilicios del Puente del Mar, peatonal desde 1933 tras realizar Javier Goerlich Lleó las grandes escalinatas y los dos pináculos con bancadas que adornan ambos lados del puente.
Este puente, construido a instancias de la Junta de Murs i Valls (de la que ya os hablamos en nuestro artículo de «el banco de los magistrados de la Junta de Murs i Valls«), se realizó entre 1592 y 1596 con piedra sillar tras ser destruido el anterior puente de madera o mampostería por una riada del Turia en 1589. Es obra del cantero de Xàtiva Francisco Figuerola, vecino de valencia, y recibió el nombre de Puente del Mar por ser este el camino natural hacia el Grao o puerto, de donde procedían muchas mercancías que llegaban a la ciudad de Valencia por mar.
Justo el año de su terminación, en 1596, se acordó la instalación de un casalicio que fue encargado al mismo Figuerola, colocándose en su interior una cruz y sobre el tejado unas imágenes de San Vicente Ferrer, San Vicente Mártir y San Juan Bautista. Aquella iniciativa salió por parte del entonces arzobispo de Valencia y Patriarca de Antioquía (1569-1611): San Juan de Ribera (1532-1611). Ya en 1709 un rayo destrozaría parcialmente el casilicio, por lo que, años más tarde, tuvo que ser recompuesto pero cambiando esta vez la cruz del interior por una imagen de la Virgen de los Desamparados, obra de Francisco Vergara el Mayor en el año 1721. Fue entonces cuando el resto de las imágenes de los santos fueron retiradas.
Años antes, hacia 1677, se colocó otro segundo casilicio con una imagen de San Pascual Bailón frente al que, hasta entonces, presidia la imagen de San Vicente Ferrer, San Vicente Mártir y San Juan Bautista.
De nuevo una riada, esta vez la de 1776, deterioró ambos casilicios, por lo que la Fabrica Nova del Riu ordenó al escultor Francisco Sanchiz que restaurase la imagen de San Pascual y se construyera otra nueva imagen de la Virgen de los Desamparados, la cual llevaba desde 1721. Las imágenes fueron colocadas nuevamente en 1782, donde la anterior imagen de la Virgen de los Desamparados fue a parar, finalmente, al Colegio Imperial de los Niños huérfanos de San Vicente donde sería completamente destruida durante la Guerra Civil en 1936. Pobre destino.
«La imagen de la Virgen de los Desamparados en el casilicio del Puente del Mar ha sido restaurada y, a la vez, renovada en diversas ocasiones, dando lugar a nuevas imágenes por culpa de diferentes motivos. La primera imagen duró desde 1721 hasta 1776 (obra de Francisco Vergara Mayor), siendo renovada en 1782; la segunda imagen duró desde 1782 hasta 1936, fecha en la que fue destruida por la Guerra Civil Española (obra de Francisco Sanchiz), aunque sufrió constantes renovaciones y reparaciones a cargo de otros escultores, como la ocurrida en 1933 o las que, en numerosas ocasiones, propiciaron riadas. La imagen actual es de 1946 hasta ahora, que ha sido restaurada hace escasos meses».
Desde 1782 las imágenes, ya con el casilicio de la Virgen y el de San Pascual, fueron constantemente renovadas y reparadas debido a las sucesivas riadas ocurridas hasta que, en el año 1936, ambas imágenes fueron destruidas en la Guerra Civil Española. Es aquí donde nos detenemos para retroceder justo 3 años antes para contar lo ocurrido en el mes de agosto del año 1933, ya con la 2ª República Española. Ocurrió que, en la madrugada del martes 8 de agosto de 1933, cuando todavía por el Puente del Mar circulaban tranvías, autobuses, taxis y coches particulares, amaneció la imagen del casilicio de la Virgen de los Desamparados “mutilada”.

La Voz Valenciana, Correspondencia de Valencia, Las Provincias…todos los diarios se hacían eco de la noticia y, a la vez, condenaban el acto. Sin embargo, no eran los únicos que salían al paso para condenar lo ocurrido. El gobierno republicano de entonces de Valencia, presidido por el alcalde Vicente Lambies Grancha junto con el presidente de la comisión de Monumentos, Durán y Tortajada, condenó el acto con palabras como las de éste último:
“Eso es un censurable desprecio al sentimiento ajeno, cosa que no puede sentir ningún espíritu verdaderamente liberal; es, además, un atentado bárbaro al arte y a la cultura, y es de lamentar que ciertos casos, afortunadamente aislados y esporádicos, pongan en entredicho nuestra condición de pueblo culto y civilizado. He dado órdenes al sobrestante de Monumentos para que sean recogidos cuidadosamente los trozos de la escultura mutilada, y esta comisión de Monumentos propondrá al Ayuntamiento la restauración de tan preciada obra de arte”.
Fue justamente el diario de Las Provincias el que recibió los trozos hallados de la mutilación y que guardo en sus talleres hasta que fueron entregados a un sobrestante del Ayuntamiento.
El periódico custodió la aureola de hierro y tres trozos de la imagen: uno, el más grande y pesado, constituido por casi toda la corona de piedra y la media cara superior, rota por debajo de los ojos; un vástago de hierro al que iba todo unido del que cortaron los remaches que unían la pieza a la espalda de la estatua; y trozos más pequeños constituidos por dos pedazos del manto que eran de yeso. Se supo también, por lo publicado, que en el suelo del Puente se encontraban pequeños restos del acto que indigno a toda Valencia.
Poco tardó alguien en ofrecerse para restaurar la imagen, llegando incluso dos peticiones: la primera del escultor valenciano Alfredo Just y la segunda, del también valenciano, L. Roig de Alós. Dado que fue Just el primer interesado y el que lo propuso en primera instancia (cabe decir que los dos se ofrecieron de manera gratuita), fue éste quien, finalmente, se encargaría de restaurar la imagen.
Alfredo Just Gimeno, afiliado republicano y hermano del entonces diputado a Cortes del mismo apellido, se presentó justo un día después de los hechos, el 9 de agosto, ante el alcalde para ofrecer sus servicios gratuitamente para restaurar la imagen de la Virgen de los Desamparados. Aquel ofrecimiento era una muestra de respeto del entonces partido republicano de Valencia a los monumentos del Cap i Casal y su Patrimonio, lo que supuso una muestra de gratitud y de cariño por el escultor valenciano desde, incluso, la prensa.
Tanto es así que el periódico Las Provincias abrió una suscripción para ofrecer un objeto artístico al escultor Alfredo Just justo el día después de que terminase la restauración. La iniciativa, que partió a petición de lectores que deseaban de alguna manera agradecer el gesto del escultor republicano, fue una idea de Las Provincias a modo de homenaje y gratitud con una cuota que no excedía de una peseta para ofrecer un presente. La idea comenzó el jueves 11 de agosto con la suma modesta de 9 pesetas (donde aparecía como primera donación Teodoro Llorente Falcó) y comenzó a agigantarse a medida que pasaban los días hasta el fin de ésta, a las 23:59 del 31 de agosto de 1933, donde el diario recibía las donaciones en las oficinas administrativas de Las Provincias.


Incluso días después de terminar la suscripción para ofrecer un presente artístico al escultor Just, Las Provincias seguía publicando nombres de las donaciones con una peseta (quedó cerrada la lista el domingo 3 de septiembre de 1933, tal y como hemos observado en la segunda página del diario de ese día). Sin duda alguna el pueblo valenciano quiso agradecer al señor Just su acto de generosidad y respeto con un regalo.
Justo al mismo tiempo que se cerraba la suscripción para el objeto artístico para Just, éste comenzaba los trabajos de restauración de la Virgen para las partes dañadas: la cabeza y el pecho.

La restauración fue terminada en poco más de un mes, el viernes 13 octubre de 1933, fecha en la que el casalicio fue liberado de los andamios, pudiendo ya observar desde ese momento la gente que por allí pasaba el gran trabajo de reconstitución que realizó Alfredo Just. Un día antes, el 12, ya se podía ver la imagen totalmente reparada aún con los andamios.

Para los trabajos, el señor Just, no pudo utilizar ninguno de los trozos en los que fue mutilada la cabeza de la Virgen y las de los ángeles, así como tampoco parte del busto, haciéndose valer de fotografías antiguas de la imagen que se venera en la Capilla patronal y de otras imágenes para realizar un trabajo completamente nuevo, tal y como afirmaba el periódico.

Cabe mencionar también que la casa de lámparas, bronces y camas metálicas de los señores Martínez y Colomer, por iniciativa de Miguel Martinez Orón, realizó, para donar, la aureola y la azucena de la Virgen, donde incluso se hacía mención a que estos objetos no eran propios de la fabricación normal que seguía la casa, mejorando incluso, si cabe, los que antiguamente llevaba la virgen antes de la “mutilación”.
El 16 de Octubre, finalmente, Las Provincias donó la cantidad recaudada al escultor Alfredo Just, a pesar de que la idea, en principio, era darle un obsequio con lo recaudado como muestra de gratitud, aunque finalmente el diario creyó conveniente que el artista invirtiera el dinero en lo que creyese conveniente, quien se mostró más que agradecido al pueblo valenciano haciéndolo transmitir al periódico.
Como último apunte sobre este gran escultor podemos decir que, este hombre, tuvo que exiliarse tras la Guerra Civil y que está enterrado en el Cementerio (Masón por cierto) de Nogales, una ciudad ubicada en el condado de Santa Cruz en el estado estadounidense de Arizona, ciudad fronteriza que colinda con la ciudad de Nogales en México, tierra a la que marchó y estuvo ligada Alfredo Just tras el exilio.


La pena es que la imagen que restauró Alfredo Just y la de San Pascual no gozaron de suerte en la Guerra Civil Española y tras ésta, una vez finalizada, el entonces alcalde de Valencia desde 1943, Juan Antonio Gómez Trénor (conde de Trénor), de la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS), encargó reponer los casalicios al escultor de Vila-Real José Ortells López en 1943, para tallar una nueva imagen de San Pascual Bailón, y al artista Vicente Navarro Romero en 1946, para esculpir la nueva imagen de la Virgen de los Desamparados con mármol de Monovar, piedra más dura y resistente en crema.
De los autores de la fechoría nada se sabe y hasta la fecha los casalicios siguen ahí, en el mismo lugar que siempre han estado desde que fueran colocados en 1596 y 1677, aunque eso sí, no con las mismas imágenes de escultores ni con las mismas devociones que allí han residido.
Fuentes:
– findagrave.com (para saber dónde está enterrado don Alfredo Just).
– Prensa Histórica
– jdiezarnal.com