Francisco Javier Goerlich Lleó (Valencia, 1886 -1972) fue un gran arquitecto que, entre muchas de sus obras (el edificio del Banco de Valencia o la ampliación de calles como la Paz o Barón de Cárcer, hoy llamada avenida del Oeste), es recordado como uno de los mayores impulsores del cambio de fisonomía de la actual plaza del Ayuntamiento (por entonces comprendía la bajada de San Francisco, que fue derribada, y la plaza de Emilio Castelar).
Fue quien ejecutó la llamada tortada de Goerlich, la tan criticada y alabada obra de remodelación de la plaza para realizar el tan querido, y desaparecido, mercado de flores subterráneo insertado en la plaza y unas escalinatas de estilo clásico, otorgando al espacio, en los años 30, una personalidad inconfundible.
A pesar de la oposición de entonces por parte de los floristas al mercado subterráneo, porque lo consideraban una ruina comercial, el mercado fue, sin duda alguna, el elemento que más distinguía la reforma, una fisionomía que se mantuvo desde los primeros años 30 (desde 1931) hasta empezar a desmontarse a finales de los años 50 y dar paso al espacio de la que hoy conocemos como la catedral de la Mascletà a principios de los 60.
De los restos arquitectónicos de aquella bella plaza del Ayuntamiento, bajo los nombres de plaza de Emilio Castelar y plaza del Caudillo durante su vida hasta que fue desmontada en el año 1961, hay diversos localizados en varios lugares de la ciudad de Valencia.
Junto al camino Viejo de Xirivella y la calle Dos de Mayo de Mislata, justo en un pequeño jardín que hay junto a la heladería La Barraca y la cafetería Reno -al lado de dos marquesinas de la EMT junto a la Avenida del Cid (casi escondida entre un baladre y un mandarino y 4 bancos)-, se encuentra parte de una columna de fuste octogonal en forma de hemiciclo que sustentaba el techo y que nos recuerda al desaparecido mercado de Flores de la Tortada de Goerlich, la ansiada imagen que aún muchos recuerdan de una época de la actual plaza del Ayuntamiento de Valencia. Este hecho ya lo relataba Lluís de Manuel en su artículo de actualitatvalenciana.com.
La columna, que está más escondida que un radar y olvidada, como si fuese un perro abandonado (lleva algún que otro grafiti), parece puesta ahí en ese lugar en forma de hito, separando los términos municipales de Mislata y Valencia, justo al lado de un cartel de bienvenida a la población.
Sin embargo, no es el único resto que aún permanece vivo. Resulta que gracias a un artículo de Las Provincias, sabemos que la iglesia de San Pascual Baylón, ubicada en la calle del Doctor Moliner, o el Monasterio del Puig, albergan más materiales retirados de la plaza, así como también se sabe que las piedras de la escalinata, el antiguo mercado y toda la plaza, se usaron de nuevo en la construcción de aceras de los alrededores de las torres de Serranos y las torres de Quart. Curioso.
También podemos decir que la Fuente y Monumento conmemorativo a Joaquín Sorolla, situado en la plaza Armada Española, también dispone de piezas utilizadas de aquel mercado de flores.
Otro elemento es la fuente de la tortada de Goerlich, que en la actualidad se sitúa como monumento en la confluencia con la calle Llano de Zaidia y la avenida de la Constitución, tal y como nos explica Isabel en su blog de callejeandoporvalencia.com.
Por último, más columnas del mercado de flores, en total 5, fueron aprovechadas, en este caso para el llamado monumento a los “Maulets” situado en la avenida del Antiguo Reino de Valencia, una obra de Vicente Galian Miquel que fue instalada en el año 1994.