Empinar el cachirulo en Pascua es una de esas bellas tradiciones valencianas que no se deben perder, un ritual familiar de obligado cumplimiento, sobre todo el de construir un cachirulo -algo que se está perdiendo-, para disfrutar con los nuestros como lo hicieron nuestros antepasados, tal y como podéis ver plasmado en la foto que adjuntamos como portada de este artículo -un óleo del pintor valenciano Ignacio Pinazo Camarlench-, pintura que debe ser no solo un bello recuerdo y reflejo de nuestro pasado, sino el camino para recordar nuestras raíces y mantener esta tradición en el futuro.
Y es que hubo un tiempo donde la construcción de este artilugio, para volar, era algo muy normal, si bien es cierto que también era muy común encontrar numerosos comercios de la Valencia antigua que vendiesen cachirulos o milochas. De hecho, si había un lugar en Valencia capital donde era muy normal encontrar todo tipo de cachirulos en escaparates y parte de fachadas de edificios algunos comercios tradicionales, en vísperas de la Semana Santa, ese rincón era los alrededores de la plaza del Mercado, tal y como muestra, por ejemplo, una imagen del blog de comunidadvalencianamemoriayarte.blogspot.com en un comercio de la calle de la Bolsería, donde también puede verse una imagen de una exposición de la subasta benéfica de cachirulos en 1924 pintados por artistas valencianos y que se celebraba en el Círculo de Bellas Artes para adquirir con el producto de su venta las Monas de Pascua para obsequiar a los niños pobres. Hoy, por desgracia, la venta de los cachirulos, milochas o, vulgarmente dicho como nombre más conocido y popularizado «cometas» -mal dicho-, la copan los bazares de multiprecio o las jugueterías.
“…La Pascua de Resurrección valenciana tuvo, en 1942, un aliciente especial: el concurso infantil de cachirulos, organizado por la sociedad valencianista Lo Rat Penat, concurso que, sólo para niños menores de 12 años, alcanzó un gran éxito.
Cuando llegaban las fiestas de Pascua y San Vicente, los niños teníamos por obligación empinar el cachirulo. Los padres se encargaban del cumplimiento de este rito pascual: unos, los más manitas, consiguiendo unas cañas; un cartel de los empleados para el anuncio de películas; un buen plato de engrudo, ya que entonces sólo disponíamos de aquellos tubitos de pegamín; un buen ovillo de hilo de palomar; y unos cuantos retales para reforzar la cola.
Otros padres, con más posibilidades económicas, se acercaban a la calle de la Bolsería, donde, en sus tiendas, podrían adquirir cachirulos, la mayoría de ellos con reproducciones de personajes infantiles como el ratón Michey, el Pato Donald o la misma Bety Boo, aquella muñequita de ojos grandes, piernecitas redondeadas, pionera de la minifalda que exhibía, a lo sexi, su insinuante y reveladora liga…
…¿Quién no ha ido alguna vez a ver cómo, en el cauce del río o en la playa, empinaba el cachirulo papá? Porque los que en verdad se divertían eran los padres, ya que los pobres pequeños tenían que conformarse con correr a recoger el cachirulo cuando caía, o a sostenerlo en lo alto para que se elevara. ¡El que gozaba tirando del hilo, casi siempre, era el papá!…y a mí me parece que ahora ha vuelto con fuerza la costumbre valenciana de empinar el cachirulo…¡Sobre todo en el cauce del río o en la playa de la Malvarrosa?…”
Así daba comienzo uno de los capítulos, el que aparece en las páginas 91 y 92, del libro “Parece que fue ayer” escrito por Juan Alfonso Gil Albors, donde se habla de nuestra querida tradición valenciana de empinar el cachirulo. No es, ni mucho menos, la única referencia escrita e histórica que podemos encontrar de esta bella tradición valenciana.

Por ejemplo, tenemos al célebre Maximiliano Thous Orts -periodista, escritor y cineasta español, además de autor de la letra del Himno a la Exposición que se convertiría con el tiempo en el Himno de la Comunidad Valenciana, el cual obtuvo la parte musical de manos del maestro José Serrano- que hace más de 80 años, con motivo de la celebración de los días de Pascua, habló sobre “Astrología Valenciana”. Los radioyentes que sintonizaron Radio Valencia el 5 de abril de 1933 escucharon la voz de Maximilià Thous diciendo que no tenía intención de hablar de “astrómagos”, sino sobre “astrología figurada, astrología de vuelo corto; por debajo de las nubes, pero por encima de los campanarios”, que no era otra cosa sino las célebres cometas, en sus diversas versiones valencianas: “cacherulos”, “miloches”, “abaechos” y “estreles”.
Como norma general, se dice cachirulo a la cometa hexagonal, abaecho a la romboidal y bilocha o milocha a la realizada de papel plegado, sin cañas ni varillas.
En su charla, Thous afirma que “la pareja voladora de verdadero prestigio son el cachirulo y la estrella. La milocha es una pariente pobre e ingenua. Y el abaecho es un tío desgarbado y escuálido”. Decía, pues, lo siguiente:
«…Para hacer una milocha, su procedimiento era sencillo y barato: un cuadrado de papel doblado diagonalmente, donde los lados se pliegan también uniendo el borde de la línea de la diagonal. En esta se hace un doblez, a todo lo largo, para que sirva de armadura y amarre. Ya tenemos hecha la milocha que, dicho sea de paso, también se llama así en castellano. Ahora, vamos a ponerle unos tirantes: uno atado al vértice superior; dos a las alas y, si se quiere que el viento no la ponga “entreplana” un tirantito en el pliegue diagonal. En junto cuatro tirantes que deben ser bien templados y atados en un mismo nudo; ni más ni menos que se reúnen en una sola mano todas las riendas de una cuádriga. Ahora, puestos los tirantes, solo falta atar un trozo de hilo al vértice superior de la milocha y en ese hilo un dobladillo de papel que sirva de péndulo regulador para la estabilidad en el aire. El hilo que hace falta añadirle a fin de que se remonte, pero permanezca dócil a la mano del actor, deberá ser de algodón, consistencia y poco peso. Si no, sobreviene el fracaso. La ascensión depende, naturalmente, de la velocidad del viento y la destreza del remontador que, por lo regular, pertenece a la más inexperta infancia. Porque, de no ser así, no cometería la ingenuidad de tomarse tanto trabajo para que la milocha a los pocos minutos quede, inevitablemente prendida en el remate de un farol del alumbrado, -si el aeródromo es urbano-, o en los hilos del telégrafo si la elevación es intentada a campo traviesa.
El abaecho tiene otra forma. Armazón de cañas en forma de cruz cristiana, forrada de papel. Esto le da un triste aspecto cuaresmero poco agradable a la vista. Cuatro tirantes: tres en los vértices de los ángulos superiores y uno en el centro, para templar. Bajo, un colgante en forma parecida a las ristras de ajos. Hijo de mayor resistencia que el de la milocha.
El cachirulo es un hexágono de papel o tela sobre un armazón de cañas. Dos vergas iguales, abiertas en aspa y una más corta, que cruza, en el centro. Así puede resultar el cachirulo esbelto achaparrado, según la silueta obtenida de la combinación de cañas. Los tirantes del cachirulo son solo tres: uno en el centro y dos en los ángulos superiores. Bajo, pende una cola cuyo mérito estriba en ser larguísima y con flecos de tela de poco peso. La combinación de colores le da mayor visibilidad. Y es un encanto ver como se cimbrea en las alturas, semejando la espina de una anguila. Se sujeta con un cordel de cáñamo, delgado y resistente. Fil de palomar, decimos en valenciano. Empinar un cachirulo requiere especialísima destreza. Hay que saber soltar y cobrar el hilo a tiempo para que remonte el cachirulo majestuosamente. Y graduar bien la cría a fin de que no cabecee. Y sortear el contacto con otros cachirulos a fin de evitar el enredo y el lamentable fil trencat. Todavía queda la gracia de enviarle partes. Un cartón, medio naipe, un bufo, con orificio en medio, que asciende por el hilo a gran velocidad, causando la admiración de los muchachos.
Aquí, en el cachirulo, es donde el arte popular valenciano, del más castizo folklore, ha hecho y sigue haciendo alarde de su gracia caricaturesca y epigramática. Pintores de obra prima y otros, geniales, que no desdeñaron ilustrar estos popularísimos juguetes crearon un arte peculiar cacherulero. Y es de cajón decir que un tipo estrafalario que se destaca por su absurda figura: ¡A eixe l´he vist, yo, he pintat en un cacherulo! Se sabe, pues, que los ilustradores de cachirulos con dibujos de figuras eran llamados milocheros en el año 1871.
Finalmente, la estrela, es el más lujoso de los infantiles juguetes voladores. Tiene seis, ocho, diez puntas, según la maestría del constructor; y, además de las puntas, sus ribetes o (…) la orla de papel rizado que recibe el nombre de barbellera. Hay estrellas de estas más coquetas y destacadas que las del firmamento cinematográfico de Los Ángeles (Hollywood)…”

Podéis leer en documento electrónico todo el discurso y la charla transcrita de Thous al Etnobloc del MUSEU VALENCIÀ D’ETNOLOGIA pinchando aquí en ISSU o también pinchando aquí para ver más de cerca.
Maximilià Thous, conocido popularmente por ser el autor de la letra del Himno Regional de Valencia, fue periodista, cineasta, escritor y también el impulsor y director del primer museo etnográfico valenciano, entre 1933 y 1939. En su trabajo diario combinaba sus diversos perfiles y utilizaba su espacio radiofónico en Unión Radio de Valencia, en los años 30 del siglo XX, para hablar de temas de cultura popular y del “Museo de Etnografía y Folklore”.
Antes de continuar, decir que era costumbre, como hemos podido observar en varios recortes -como uno en el primer cuarto del siglo XX-, el reparto o sorteo de cestas de Pascua con longanizas de pascua, traca valenciana, panquemado, huevos duros, dulces, una botella de kola y un cachirulo, como por ejemplo un sorteo que hizo Lo Rat Penat.
Uno de los mejores documentos para comprender la historia del cachirulo y la milocha es, sin duda alguna, el que ofrece Ricart García Moya a través de su gran artículo «Milocha, voz del idioma valenciano«, una actualización, que hemos encontrado, de ‘Historias del idioma valenciano’, 2003, p.230.
«…Más allá del horizonte de las playas de Benicarló, Malvarrosa o Postiguet se hallan nuestras raíces culturales, no al norte. En algunos lugares de Grecia, todavía los niños ortodoxos salen al campo y vuelan cometas el Domingo de Pascua, estrellando huevos hervidos pintados de rojo en la frente amiga. De los griegos, a través del latín, nos llegó al idioma valenciano la voz «cometa»; presente en versos de Roig: “set planetes ab set cometes” (Espill, 1460), y en prosa de Canals: “com la cometa apareix en lo cel” ( Scipió, h.1395). Vocablo culto, aludía a los misteriosos cuerpos celestes de cola luminosa, aunque los castellanos llamaron con igual nombre al juguete volador de cañas y papel.
Los valencianos crearon los sustantivos “milocha” y “cacherulo” para este artilugio que coloreaba el cielo del Reino en Pascua. Podían ser simples “miloches paregudes a un triangul de paper”, o de compleja estructura; otras, en forma “dabaecho”, contrastaban con los hexagonales “cacherulos» decorados sobre la tela o papel…»
Puedes leer al completo “Milocha, voz del idioma valenciano” de Ricart García Moya, una actualización de ‘Historias del idioma valenciano’, 2003, p.230. pinchando sobre el texto marcado en rojo.

También podemos encontrar otras joyas en prensa escrita, como por ejemplo un artículo del periodista Oscar Calvé, para Las Provincias, otro de los textos a tener en cuenta para comprender el origen y la evolución en nuestra tierras de esta tradición que gusta a niños y mayores.
…Si antiguamente eran los niños los que demandaban en masa el juguete en Pascua, ahora son padres y abuelos los que incitan a los pequeños a su adquisición…
…una vez provistos del cachirulo, es menester acudir a algún lugar óptimo donde el viento tenga la suficiente fuerza. En zonas rurales de interior se opta por eras abiertas, mientras que en las zonas costeras es recomendable visitar la playa. En Valencia, además del viejo cauce del río, era habitual ir a las playas de El Cabañal y de La Malvarrosa, donde el viento tiene más probabilidades de presentarse.
El aspecto era muy distinto al actual. Sin el paseo marítimo construido, multitud de barcos de notables dimensiones varados compartían la arena con los ‘Pepicos’ que bregaban con diversión para lograr la hazaña (Óscar se refiere aquí, con los Pepicos, a la canción popular valenciana de «El dia de Pasqua Pepico plorava perquè el cachirulo no li s’empinava»).
Los actuales locales destinados al ocio y la restauración eran entonces modestas casetas de baño, pues los comercios de la época destinados al solaz marítimo se levantaban en efímeras estructuras leñosas sobre el mar durante los veranos. En realidad, poco importa el cambio paisajístico mientras existan espacios abiertos, pero sobre todo mientras no se extingan los ‘Pepicos’ de la canción: aunque llorara porque el cachirulo no se le empinaba, apuesto a que lo siguió intentando. Y la emoción de mantener a varios metros de altura un objeto a veces construido por uno mismo se transmite generacionalmente de modo natural. O no. La tarara sí, la tarara no.
Óscar Calvé en un bello artículo, que puedes leer al completo aquí, para Las Provincias
Había, incluso, lecturas infantiles que reflejaban historias para los niños en páginas de prensa diaria, como el siguiente recorte, historias que reflejaban situaciones de una tradición que, generacionalmente, ha tenido sus épocas gloriosas y sus momentos no tan buenos.

En cuanto al origen, se dice que la verdadera procedencia de este primitivo juguete se remonta a tiempos antiquísimos, donde se conocen referencias en distintos momentos de la historia, como en los tiempos del templo de Karnak, el gran santuario de Amón, centro de culto egipcio -donde se ve un bajorrelieve que empina un cachirulo con la cabeza de la diosa Isis-; a través un cacherulo fósil que estuvo en el Almudín y hoy se encuentra en el Museo de Historia de Valencia; o en la China 7.847 años antes de Jesucristo, tal y como hemos podido ver en un documento que hemos rescatado y podéis ver a continuación.

En la provincia de Valencia, en especial, existe el Milotxes Club, un club en el que puedes compartir la pasión por el viento y las comentas.
Por último, en cuanto a la polémica que puede haber sobre la forma correcta de escribirlo, cachirulo o cacherulo, aportamos la siguiente explicación. Si bien en ambos diccionarios valencianos de las diferentes normativas, AVL y RACV, aparecen ambas palabras con i y también e, hay que evitar las palabras catxirulo y cachirulo, por lo que se recomienda el uso de la forma con e, catxerulo y cacherulo, si bien en la RAE admiten tan solo como forma correcta cachirulo para el uso en español de esta palabra (sin embargo, aunque la rae recomienda siempre utilizar la forma en español, nosotros recomendamos escribir cacherulo, por lo que tendríamos que cambiar todas las palabras cachirulo mencionadas anteriormente).
En AVL:
catxerulo [kaʧeɾúlo]
- m. JOCS Tros de paper o de tela que es manté estés i subjecte per mitjà d’una carcassa de canyes o de llistons de forma poligonal, lligat a un cordell llarg que es va amollant a poc a poc perquè s’envole.
- m. Construcció rural de dimensions molt reduïdes i de pedra seca, que servia per a la protecció de llauradors i ramaders.
- no voler veure ni pintat en un catxerulo (a algú) loc. verb. Tindre-li aversió.
- pinta-ho en un catxerulo loc. orac. S’usa per a donar alguna cosa per perduda.
EN RACV:
cacherulo, -os
- m. Joguet format en orige per unes canyes creuades en aspa sobre les que s’estén un paper tens; en la part inferior se li posa una coa feta de tela i al mig un fil que la subjecta quan se fa volar o empina a contra vent. Hi han de formes i materials molt diversos. // No voler vore a u ni pintat en un cacherulo, loc. No voler vore a u ni de llunt. // Pinta-ho en un cacherulo, loc. Se diu quan una cosa es dona per perduda.
EN ESPAÑOL, SEGÚN RAE: https://dle.rae.es/cachirulo
- Del valenciano – 7. m. Val. cometa (‖ armazón).
Por cierto, la polémica de cómo debe escribirse, cacherulo o cachirulo, va muy atrás en el tiempo, tal y como, por ejemplo, podemos ver en una larga discusión cronológica en recortes de Las Provincias entre abril y mayo de 1911, más cercana en el tiempo gracias a estos recortes que hemos rescatado, donde todo comienza desde Madrid al recomendarnos a utilizar “cachirulo” y sin bastardilla -con caracteres inclinados- cuando el propio periodista valenciano le demuestra que se puede escribir indistintamente y con bastardilla por ser término regional, pero que lo mejor es escribir milotja por ser término propio y adecuado para cometa, donde su fabricante es el milotjero. Pero ojo, que todo no acaba ahí, y a lo largo de los días, la cosa va in crescendo…








Como curiosidad, existe un hombre apasionado por el mundo de la cometa y el cachirulo, tal y como podemos ver en diarioinformacion.com. El doctor alicantino Juan Miguel Suay es el autor de la única tesis doctoral de España en la que se habla de los usos científicos del cachirulo, donde defiende que, durante años, el día de Pascua era tradición construir y volar cometas en el campo. Una costumbre que se está perdiendo muy a su pesar, por lo que difunde su importancia en cursos, congresos y centros educativos para defender el papel que la cometa ha tenido en la ciencia y hace hincapié en su apuesta de llevar a cabo talleres para enseñar a construirlas.
El dia de Pasqua
Pepito plorava
perquè el cachirulo
no se li empinava.
La tarara sí,
la tarara no,
la tarara mare
que la balle jo…