Les Birles en un sencillo juego valenciano, autóctono históricamente, que está formado por unos bolos de madera llamados birles, un juego en el que hacen falta seis birles -unos palos torneados-, y dos birlots o mochos -pequeñas piezas éstas últimas-, que sirven para derribar los palos (birles).
El juego consiste -a través del silencio, la concentración, la suerte y la puntería- en, como hemos mencionado ya en el párrafo anterior, derribar les birles situadas en un campo de juego, el cual tiene unas dimensiones aproximadas de trece metros de largo por tres metros de ancho. Los mochos, los que sirven para derribar, tienen una forma cónica redondeada, y se lanzan por mano baja con la mano de frente a una distancia de 8,70 metros -aunque también se puede jugar del revés (de espaldas), alzando la pierna o tirando con los pies en tierra y pasando el mocho entre las piernas-.
Les Birles se plantan en dos filas de tres, separadas todas ellas por la distancia de un bolo. En algunos pueblos se plantan todas juntas y en una sola fila, frontal al lanzador. El desarrollo del juego tiene el objetivo, en todos los casos, tirar todas les birles menos una, la cual se tiene que quedar en pie, una tirada que es la que mayor puntuación otorga (cada jugador cuenta con dos tiradas). Esta es la tirada que da una mayor puntuación al jugador.
Antiguamente, jugar a les Birles era tan normal como hoy lo puede ser cualquier juego tradicional actual de los niños de nuestra época, ya que el juego de les Birles se trata de un juego ancestral cuya práctica, en tierras valencianas -como mínimo-, se realiza desde hace más de 600 años, aunque se cree que se inicia su práctica en tiempos de la Valencia musulmana, a principios del siglo XII.
Sin embargo, como ya hemos mencionado anteriormente, se sabe de su existencia desde hace 600 años gracias a que así lo acredita el llibre “L’Espill o llibre de les dones”, libro del escritor valenciano Jaume Roig editado en el año 1460, donde aparece la palabra “birla” en referencia directa al juego valenciano al mencionar “Per reduir-la jugava birla / sovent ab ella, joc d’escampella…”.
El origen de este juego tiene lugar durante la romanización del Mediterráneo. Los romanos lo llevaron desde Egipto y allí se utilizaba en los templos para hacer adivinación. Se dice que incluso Alejandro Magno lo empleó en una ocasión para ver si tenía que atacar a los asirios [habitantes de la antigua Asiria, en el norte de Mesopotamia].
Además, entre el siglo VIII y el siglo X, cuando se dice que las meigas campaban por las montañas, este juego también se utilizaba para saber si una chica le convenía casarse con cierto chico. «La bruja, la meiga, debía lanzar el mocho por bajo de la pierna y si el mocho, al salir, había tocado sus partes genitales y además, había dado un resultado de jugada óptimo, lo quería decir que la relación saldría perfecta».
Las referencias orales de la llegada de este juego, según los datos de la Federación comienzan el año 1380. «Se juega con diferente cantidad de bolos. Con 6 se juega prácticamente en todo el territorio español. En Castilla la Mancha, Castilla León, Asturias…en cada lugar tiene un nombre: bolos, mirlas, mirlos, bolo…»
Àngel Gómez, president de la Federació Valenciana de Jocs i Esports Tracionals para un artículo de Valencia Plaza.
En la actualidad, por suerte, el juego se mantiene muy vivo gracias a diversas instituciones deportivas, varios ayuntamientos (como el de Valencia, a través de la Fundación Deportiva Municipal, con el Trofeo Ciudad de Valencia Birles), la Escuela Autonómica de Juegos Tradicionales o la Federación de Juegos y Deportes tradicionales de la Comunidad Valenciana, donde existen ligas autonómicas o diferentes torneos.
Foto de portada del Museu Valencià d’Etnologia bajo licencia CC BY-NC-ND 2.0