- Hoy hablamos de un hecho de 1930. Aquel año, en el día más grande de las Fallas, Valencia acogió de manera fervorosa un gran acontecimiento pionero en la historia de nuestro país: la inauguración del primer carillón municipal de España.
Miércoles 19 de marzo de 1930. Valencia vive su día más grande de las Fallas, el de San José. El fuerte viento era uno de los protagonistas de aquel día, tal y como relatan los periódicos de época. Tal fue la fuerza del viento que, según se lee en algunas publicaciones, hizo caer más de un monumento fallero sin causar desgracia ninguna más que la tristeza de los falleros de las comisiones pertinentes.
Sin embargo, no eran las Fallas la noticia que acaparaba portadas. Por aquellos días, toda la atención de las rotativas fue puesta en la muerte de Miguel Primo de Rivera, que ocurrió 3 días antes, el 16 de marzo en el exilio, en París. El fallecimiento del que fuera dictador se debió a causa de una diabetes que padecía y de una gripe que contrajo, cóctel explosivo que le llevo a sus últimas horas. Acapararía más portadas aún el traslado de sus restos mortales y entierro, que fue el mismo día de San José.
Pero lo que nos concierne en el artículo no es ni las Fallas ni la muerte del dictador, sino un hecho histórico y de reunión que ocurrió el mismo día josefino. Ocurrió que, a pesar de todo lo mencionado y de otros acontecimientos de la época, los periódicos de entonces tuvieron algunas líneas, al día siguiente, para recoger una gran inauguración que fue más sonada en la calle que sobre tinta y papel.
Hablamos de la inauguración del reloj y el carillón de la Casa Consistorial de la ciudad de Valencia, lo que hoy conocemos comúnmente como el edificio del ayuntamiento de Valencia. Tal era la magnitud del acontecimiento que, horas antes, la entonces plaza de Emilio de Castellar estaba llena de multitud de gente. No era para menos. Para quien no sepa que es un carillón, según definición de la RAE es un «grupo de campanas en una torre, que producen un sonido armónico por estar acordadas». Uno de los periódicos que recogía los hechos de manera más extensiva aquel día fue El Pueblo, diario republicano de Valencia, donde decía en su página nº3:
“Minutos antes de las doce era tal el gentío que había que el paso por las calles era poco menos que imposible. Juntamente con el público se hallaban confundidas las bandas de música contratadas por los falleros, así como un gran número de automóviles y carruajes ocupados por forasteros que se estacionaron también en dicho lugar. El golpe de vista era magnífico, viéndose totalmente ocupada por la multitud toda la amplísima plaza. El alcalde, juntamente con el arquitecto señor Mora y los informadores municipales, llegaron antes de la hora, situándose en la plaza confundidos con el público.
Cuando faltaba tan sólo un minuto para sonar las doce del mediodía, se hizo un silencio absoluto y quedó interrumpida la circulación. Al señalar las saetas de los relojes de la torre las doce, sonaron las campanas, y a continuación el carillón dejó oír los sones de la Marcha de la Ciudad.
El público, guardando un silencio absoluto, y descubierto, oyó la Marcha de la Ciudad, y al terminar, las bandas de música allí congregadas comenzaron a tocar el Himno Regional, comenzando el público en atronadores aplausos y vivas a Valencia. Aquel momento fue emocionante.
Inmediatamente, el Alcalde, seguido de sus acompañantes, subió al Ayuntamiento, presenciando desde uno de los balcones el fantástico aspecto de la plaza y el desfile de bandas de música, que en número de más de sesenta fueron desfilando ante las Casas Consistoriales.


El público, al darse cuenta de la presencia del Alcalde señor Maestre, le hizo objeto de una cariñosa ovación y pidió con insistencia que hablara.
En vista de ello, el señor Maestre dirigió la palabra al público diciendo: “En estos momentos de emoción solo se puede decir una frase, y ésta es la de: ¡Viva Valencia!”. Viva que fue unánimemente contestado por la multitud, reproduciéndose las ovaciones. Los fotógrafos impresionaron varias placas de este acto.
Seguidamente el Alcalde se retiró del balcón, y juntamente con su familia y visitantes recorrieron las nuevas dependencias del Ayuntamiento”.


Los deseos del entonces alcalde, José Maestre Laborde-Boix de la Unión Patriótica, el partido político creado justamente por el dictador fallecido en aquellos momentos Miguel Primo de Rivera, fueron tales para celebrar la inauguración justamente aquel día que la instalación y afinamiento no se había realizado por completo por la casa que realizó el montaje.
La idea de este proyecto se fraguó años antes, en 1924, cuando el alcalde Juan Avilés Arnau firmó el proyecto de instalación de un reloj en la torre principal de la Casa Consistorial durante su ampliación. No fue, sin embargo, hasta 1929 cuando salió a concurso la licitación por un precio de 48.155 pesetas, adjudicándose a la empresa Flichet, de origen francés. Dicha empresa de cajas de caudales tenía justamente una sección de relojería eléctrica, cuya marca era la casa Brillie, también francesa. Es justamente el hombre que sale fotografiado en la revista La Semana Gráfica el ingeniero francés de la casa Brille que estaba a cargo de la instalación del reloj: Jorge Auroux, quien estaba casado con una española y vivía en Barcelona.
Aquel carillón, además de ser pionero, era algo espectacular por entonces en España, además de ser revolucionario. Resultó ser el primer carillón eléctrico municipal en nuestro país, que justamente funcionaba de una manera muy curiosa: su funcionamiento se debía gracias a unas baterías de pilas secas, que eran las encargadas de mover los engranajes, quienes a su vez movían las agujas y hacían lo propio con las siete campanas, aunque lo más curioso era que dicho reloj recibía impulsos por radio de la torre Eiffel de París, que servía de antena, para poner el reloj en hora (explicación ampliada en la siguiente fotografía).

Cada campana daba una nota musical, donde la revista La Semana Gráfica detallaba de una manera clara y concisa: RE, 24 kilogramos; DO, 34; LA sostenido, 47; FA, 105; RE, 175; LA sostenido, 360 y FA, 860 kilogramos.

Por desgracia, esta maravilla dejó de funcionar en los 70 (algunos artículos y expertos apuntan a 1971), momento en el cual se retiraron los engranajes, se inutilizaron las campanas y se instaló, en su lugar, una grabación interpretada a piano y distorsionada para que pareciese el sonido de campanas, que ha estado conectada hasta ahora a un ordenador y un sistema de altavoces, cambiando, además por entonces, la Marcha de la Ciudad por el Himno Regional.
Al parecer, como su mantenimiento era sumamente caro por entonces, este motivo pudo ser el que obligó al cambio de la grabación. Por entonces, y durante un largo tiempo (décadas), fue el propio Jorge Auroux quien se desplazaba, al menos una vez, al año a Valencia para revisar el mecanismo y funcionamiento del reloj que el mismo instaló.
Pero como hemos mencionado anteriormente, la grabación ha estado conectada hasta ahora porque desde el 16 de enero de 2017, y tras las actuaciones para que el reloj recuperase su toque original de campanas a cada hora, el carrillón vuelve a sonar como lo hizo desde 1930: con su toque original y con la Marcha de la Ciudad nuevamente.
Para dicha recuperación, se fijó el pasado año, en verano de 2016, un presupuesto de 11.361,90 euros, cuyo plazo de ejecución ha terminado en enero de 2017. Además de recuperar el toque de campanas original y el sistema de engranajes que fue retirado, también se ha recuperado la melodía de la Marcha de la Ciudad que fue la que inauguraba este pionero reloj hasta los años 70, donde ahora reproducirá, de nuevo, la marcha al mediodía y a medianoche, como antaño, además de añadirse la particularidad de la emisión y grabación de cualquier otro tipo de melodía, a pesar de que por entonces las campanas fueron colocadas para que tocaran exclusivamente la Marcha de la Ciudad.
A pesar de la espectacularidad, no fue, sin embargo, tarea fácil mantener el reloj tras la posterior inauguración, pues al parecer, en la época, los periódicos recogían numerosas quejas sobre lo poco que se oía el carillón, algo que a pesar de achacarse a la circulación de la plaza y otros aspectos, fue debido a la insuficiente resonancia por estar las campanas en el aire y perderse su sonido.
Así que, a partir de ahora, si pasáis por la plaza del Ayuntamiento a las doce del mediodía o de la noche, recordad que si prestáis atención, podréis escuchar aquel sonido evocador que tomó la plaza de Emilio Castelar en 1930 bajo decenas de vivas a Valencia.
Fuentes:
- El Pueblo: diario republicano de Valencia – Año XXXVII Número 13089 – 1930 marzo 20 (20/03/1930).
- Las Provincias : diario de Valencia Año 65 Número 19800 – 1930 Marzo 20.
- La Semana gráfica: revista ilustrada semanal de la región de Levante.: Año VI Número 194 – 29 marzo 1930.
- Prensa actual y noticias municipales sobre la reciente recuperación.
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