- Sugerencias eclesiásticas y comentarios en artículos por parte de varios periodistas en prensa de época, no consiguieron al final suprimir la fiesta fallera a lo largo del tiempo. Pero aquello que ni periodistas arbitrarios ni la Iglesia ha conseguido, sí lo hizo la autoridad municipal, militar y, finalmente, la Guerra Civil española. 1885, 1886, 1896, 1937, 1938 y 1939 son los años en los que en Valencia no hubo Fallas.
- Ya más cerca en nuestro tiempo, la pandemia del Coronavirus ha conseguido que las Fallas sean suspendidas en 2020 -antes de que llegasen sus días grandes- y, en 2021, cambiadas a otro mes.
Las Fallas de Valencia, convertidas hoy en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, han sufrido, a lo largo de los dos últimos siglos, prohibiciones, censura e, incluso, sugerencias para hacerlas desaparecer. Esto último, valga como ejemplo, se puede ver reflejado en el año 1920, donde a sugerencia de un periodista de prensa de la época dice que «dado el incremento que la afición a correr la pólvora adquiere, proponemos que sustituyan las Fallas por una fiesta de Moros y Cristianos, o mejor de moros solos, y que las autoridades, con jaique y chilaba, y gumía capitanearan los grupos al grito de ¡ Viva la libertad !»; o en 1892, donde en El Mercantil Valenciano, el 21 de marzo, aparece una referencia donde se dice «se pierden dos jornales», en referencia a la celebración de las Fallas.
No sería la única sugerencia. Tiempo atrás, también en prensa, aparecía una sugerencia en marzo de 1792, en el Diario de Valencia, donde se reflejó una queja de un vecino valenciano: Bonifacio Cristiano. En ella se “lamenta de la poca veneración que tributamos al Patriarca san Josef y de los dañosos excesos que se cometen en su víspera y día”. A dicha carta le contesta el pseudónimo “El Amante de la Verdad”, que no era otro que el fraile Traglia, haciendo extensiva la iglesia su afán de controlar todo por entonces, para intentar concienciar a la gente del culto y devoción que debía rendir en dicha fiesta, alejando el culto al fuego, una herejía por entonces para la Santa Inquisición.
“El Amante de la Verdad” daba la razón a Bonifacio, al mismo tiempo que “condenaba” la fiesta como un acto de abandono de las obligaciones y de la familia, además de la perdida notable de jornales, donde argumentaba que “las fallas no pueden ser consideradas como diversión buena, pues nada tienen que ver con el significado religioso de la festividad”. También indicaba en la contestación que “Sobrada razón tienes o buen Christiano para llenarte de tristeza quando notas en nuestras calles y plazas tantas Piras quantos son los Figurones que en este día se te representan ridículamente vestidos”.
Estas propuestas no serían, sin embargo, las únicas referencias para hacer desaparecer las Fallas, ya que como muchos sabréis, la autoridad de Valencia también hizo lo propio diversos siglos atrás. Véase ejemplos como los bandos de 1740, donde «prohíben las fallas u hogueras por razones estrechez de las calles»; la ordenanza del 13 de marzo de 1784, donde se dice, de forma resumida, que “no se permiten hacer fallas por las calles en la noche víspera de San Joseph, sino en las Plazas”, todo por cuestiones de incendios y seguridad, y por cercanía a las fachadas de las casas, por orden del Corregidor de Valencia, limitando, lo que hoy en día llamamos, la Plantà y la Cremà; o el bando de 1851 por parte del ayuntamiento de Valencia que prohíbe “encender hogueras, de cualquier clase que sean, en las calles y plazas de esta capital, sin expreso permiso de mi autoridad”. Aquel bando, un 16 de marzo de 1851, intentaba regular una práctica que por entonces «se les había ido de las manos a las autoridades competentes», ya que era práctica habitual encender fuegos tanto extramuros, en la huerta, como intramuros.
“Se prohíbe encender hogueras, en las calles y plazas de esta capital, sin expreso permiso de mi autoridad. Los contraventores, sus padres, parientes o encargados, serán responsables de la falta de cumplimiento, incurriendo en las penas que según las circunstancias tenga a bien imponerles”.
16 de marzo de 1851.
Cabe mencionar, eso sí, que muchos de estos años donde se hace referencia a las Fallas, sobre todo en el siglo XVII o como ejemplo un manuscrito valenciano de 1693 que pertenece a la colección de don Rafael Solaz, donde se cita que “en Valencia se pusieron muchas fallas u hogueras”, nunca se citan en todos ellos “ninots” o muñecos, siendo siempre hogueras, antorchas u otro tipo de añadidos, como luminarias o candiles, desconociendo si aquello eran propiamente fallas o simples luminarias.
De la misma manera, no podemos asegurar con certeza que en épocas anteriores, finales del siglo XVII, siglo XVIII o parte del XIX, la fiesta de las Fallas no fuera censurada de alguna forma, dado que por entonces las referencias son escasas y en muchas ocasiones confusas, como lo mencionado anteriormente.
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Así que, basándonos en una época donde la fiesta ya estaba más que presente y donde empezaba a consolidarse, vamos a referirnos a aquellos años en los que hay constancia de que no se celebró fiesta fallero. Y es que, después de todo lo dicho, lo que anteriormente no se había conseguido mediante bandos, sugerencias en prensa o de la Iglesia, Valencia vivió, finalmente, varios años sin fallas. Los primeros fueron dos seguidos, en 1885 y 1886. Años anteriores se viviría la antesala de lo que ocurriría esos años, como el gravamen de 30 pesetas en 1883, donde solo se plantaron 4 fallas por entonces y todas presentadas, las solicitudes, a última hora. La práctica del gravamen continuó en 1884, por parte del ayuntamiento que continuaba en sus trece de cobrar 30 pesetas a modo de impuestos. De nuevo, se plantaron otras cuatro Fallas en toda Valencia.
Cabe mencionar que la práctica del gravamen nace en 1872, donde el Ayuntamiento establece un impuesto de 10 pesetas de la época a cualquier manifestación popular festiva que no fuera de su agrado, como por ejemplo las Fallas, que sin embargo no pueden controlar extramuros, donde se sigue utilizando el rito antiguo de quemar en la huerta hogueras hechas de leña seca al toque de oración o los llamados «stots» cuando se requería, que no son otra cosa que espantapájaros huertanos a los que se les añade una maldición escrita en una cartela que cuelga sobre ellos. Son estos mismos huertanos los que, como manifestación simbólica hacia alguna persona, trasladan intramuros aquello de quemar un «ninot» en señal de «maldición» hacia alguna persona, donde en este caso, dentro de Valencia, se hacen a lo largo de los años múltiples representaciones hacia cargos políticos, personas de interés o cualquier manifestación satírica para condenar intencionadamente a esa persona (son los casinos, lugares de reunión política, los que llevan esta práctica como expresión para condenar, en el fuego, al adversario del partido contrario).
La culminación, y prohibición, llegó finalmente en los años citados anteriormente (1885 y 1886). En ambos, no se plantó ni una sola Falla en Valencia (bueno, técnicamente, porque la única falla que se plantó en Valencia en 1885 fue fuera de la ciudad, “extramuros”, en la calle Cervantes, de ahí que se diga 2 años sin Fallas).
En 1885 las fallas estuvieron a punto de desaparecer porque un concejal del Ayuntamiento consideró que eran «impropias de una capital seria y de primer orden», y propuso elevar la tarifa para instalarlas a… ¡60 pesetas de la época! Dos años más tarde, en 1887, la licencia se rebajó a 10 pesetas gracias a la presión, entre otros, de Félix Pizcueta (primer presidente de Lo Rat Penat) y al alcalde José María Sales Reig, consiguiendo así que se animaran nada más y nada menos que 27 comisiones a plantar fallas, lo que suponía un número considerable. Fue también durante ese mismo año, en 1887, donde por primera vez, gracias a la revista «La Traca» dirigida por Manuel Lluch Soler, cuando se hace entrega de tres premios en la fiesta de las Fallas tras una consulta con los Pepes y Pepitas en una curiosa encuesta entre los lectores de la revista.

Cronica local y general: Las fallas
Un verdadero furor fallero se ha despertado entre la gente bulliciosa, y es que, según el dicho «la privación es causa del apetito». Hacía dos o tres años que tan inocente pasatiempo sucumbiera bajo el peso exagerado arbitrio municipal; fue invocada la cultura por algunos pulcros ediles para privar al vecindario de una diversión y al comercio é industria de algunos miles de duros que hoy circularán indudablemente, con motivo de la visita á las fallas. Y eso que aún resultan muy caras. A no mediar censura previa hubiéralas habido de muy ingeniosas, pero así y todo aun encontrará el público algo de aplaudir y en que solazarse.
El Mercantil Valenciano, 18 de marzo de 1887.
También cabe destacar otro año en el que no hubieron Fallas en la ciudad de Valencia, en concreto en el año 1896. La Guerra de Cuba, que por entonces copaba todas las portadas de periódicos, era un auténtico hervidero por aquel entonces, trayendo consigo altercados a la ciudad, declarándose el estado de sitio el 8 de marzo de 1896.

Aquellos actos propiciaron, finalmente, que la autoridad militar, por orden del Capitán General, prohibiera las fallas mediante el bando del 15 de marzo de 1896, del que nos hacemos eco gracias a un recorte que hemos rescatado en El Mercantil Valenciano.

Al año siguiente, en 1897, por suerte Valencia volvió a plantar Fallas, con un total de 11 monumentos falleros en aquel año.
Respecto a los años de la Guerra Civil española, dado que la guerra no comenzó hasta el 17 de julio de 1936, sí que se celebraron Fallas en 1936, pero no ya en el 37, 38 y 39. A pesar de esto, se plantaron en 1937 fallas de contenido propagandístico por parte de ambos bandos sin llegar a quemarse (recordad que una falla, propiamente dicha, necesita quemarse. Si no lo hace, como en este caso, no llega a completarse el rito del fuego, donde lo aparecido en 1937 es una simple intentona de carácter propagandístico por parte de ambos bandos).
El bando nacional levantó una falla en 1937, curiosamente, en Toledo, con la intención de exaltar la ideología de la sublevación, dado que por aquel entonces Valencia era la capital de la República y con ello se pretendía hacer suya la fiesta de la ciudad que debía ser conquistada, siendo una idea de Juan López Ayllón, delegado de Prensa y Propaganda del Sindicato Español Universitario de Toledo. El monumento era una reproducción del Miguelete, que tenía en un lado a un monstruo con símbolos comunistas (la hoz y el martillo) en actitud de ataque, y al otro diversos símbolos del bando nacional: la bandera roja y gualda y el yugo y las flechas.

Toda esta documentación, sobre la falla de Toledo, se encuentra en “Una falla en Toledo en 1937”, obra de Eduardo Julià Martínez-Opusculo, con un total de 36 páginas, editado en valencia en 1943, como parte de una tirada aparte de la revista “Anales del centro de Cultura Valenciana”, año III nº IV de 1942, impreso en los talleres tipográficos del Hijo de F.Vives Mora.

Por parte de La Aliança d´Inte.lectuals per a la Defensa de la Cultura y del Sindicat d´Art Popular (CNT), se plantaron cuatro fallas críticas en 1937, que no llegaron a quemarse, contra la sublevación del bando nacional y que llevaban por nombres “Coses d´Ara”, “La Catedral”, “El Belem d´engany” (de quien distritofallas.com nos da más detalles) y “La Balança del Mon”, con el objetivo de utilizar como soporte propagandístico el monumento fallero (recordamos, de nuevo, que cuando un monumento fallero no se pega fuego, deja de ser falla). Estas «fallas» nunca se plantaron en la calle, pero sí que estuvieron expuestas en la Lonja de Valencia durante el mes de abril del mismo año.

Sin embargo, un documento recogido en el NO-DO, sitúa una Falla (aunque no propiamente dicha, ya que era un elemento propagandístico) en la Plaza Emilio Castelar (la actual Plaza del Ayuntamiento) en 1937.


Los años venideros de la posguerra, después de la Guerra Civil española, son sin embargo, a pesar de tener todos Fallas, años donde la censura, o mejor dicho «control sobre la temática expuesta en el monumento», se hace evidente, donde iglesia, consistorio y Junta Central Fallera, entonces dirigida como un ente político más y manejada por la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS), y contando desde 1944 con presidencia que dependía del Ayuntamiento de Valencia, van unidas de la mano para controlar toda la fiesta fallera en su conjunto, dando forma a lo que hoy conocemos como las Fallas. Cabe recordar que la Junta Central Fallera fue creada en 1939, substituyendo al Comité Central Fallero que databa de 1928.
Es durante esta etapa de la historia, en la década de 1940, donde se conforma la fiesta fallera tal y como la conocemos hoy en día, donde se presenta tanto la falsa Mascletà que se vive en la plaza del Ayuntamiento hoy en día o la intentona de controlar la ofrenda como un acto religioso más, cuando esta nace de manera espontánea en 1940, «ABC 20 de marzo de 1940», donde se observa que «la Fallera Mayor y los representantes de la fiesta, acuden el día de San José para ver a la Virgen», sin que estuviera previsto en el programa, como muestra de agradecimiento por parte de la máxima representante fallera para emular lo que llevaba meses reproduciéndose entre los valencianos (en aquellos días la incipiente muestra de agradecimiento y fervor, a la que había sido mutilada y devuelta a la, por entonces, capilla, se manifestaba a diario con flores en el altar, agradecimientos, estampitas, rezos, etcétera).
No cabe otra que decir que sean pues todos estos años mencionados, los años sin Fallas (1885, 1886, 1896, 1937, 1938 y 1939), testigos directos de lo que jamás hay que volver a repetir, que es un nuevo año sin Fallas, bien por parte consistorial, militar o por recomendaciones arbitrarias subjetivas venidas de periodistas, eclesiásticos o gente que se mueve por algún motivo.
Por cierto, como ya hemos mencionado, el Coronavirus consiguió que las Fallas fuesen suspendidas en 2020 y aplazadas a septiembre 2021.
Foto de portada:
- La Falla es de 1912 – Falla C. Juan de Austria. Fuente: http://enateneo.blogspot.com.es/
Fuentes:
- Prensa histórica de la época (La Vanguardia, El Mercantil Valenciano, El Pueblo y Las Provincias, entre otros), consultada digitalmente e in situ en la Hemeroteca Municipal de Valencia.
- La ciudad ritual, la Fiesta de las Fallas, de Antonio Ariño Villarroya (ISBN: 84-7658-368-0).
- Valencia marzo y fuego, de José Enrique Ferriols (ISBN: 84-96419-19-3).
- Agua y Fuego, Biblia Natural Valenciana, de So. Andrés Castellano Martí.
- http://hemerotecadigital.bne.es/ (Biblioteca Nacional Española).
- Referencias ya publicadas tras diversos estudios en varios artículos que hemos publicado sobre las Fallas (como diarios de viaje, manuales de forasteros, etcétera).