El sábado 7 de mayo de 1932 se inauguraba, en la ciudad de Valencia, un lujoso establecimiento llamado Restaurant Bar Pavón en los bajos del número 4 de la avenida de Pablo Iglesias -llamada así la que hoy sería la calle de María Cristina con mismo número durante el periodo republicano-, muy cerquita de la que por entonces se rotuló como avenida de Vicente Blasco Ibáñez en la II República –y que hoy forma parte de la plaza del Ayuntamiento-.
La mención y artículo dedicado tiene que ver con la especial atención que se le dio en prensa, ya no solo porque el propietario que regentaba el Pavón fuera el antiguo dueño del famoso local La Garrofera, don Eduardo Pérez, sino porque el local -quizá no tan famoso como el Bataclán, sumándose a la lista de los diversos cabarets o music-halls que ya habían- recordaba a uno de aquellos lugares recoletos y clásicos de la antigua Bajada de San Francisco.
Por entonces, en el momento de la inauguración, la prensa de época se hacía eco del aspecto del nuevo y magnífico restaurante, donde lo catalogaban como «un local amplio, artísticamente decorado con refinado buen gusto, convirtiéndolo en un lugar cuya estancia será grata para el visitante». A esto se sumaba «un esmerado servicio, tanto en lo que a bar se refiere, con un completo surtido de cervezas -Morïtz, Damm y Mahou-, mariscos, tapas especiales, fiambres, cafés, vinos, licores, etcétera, como en lo concerniente al Restaurante, donde se podía encontrar una exquisita y moderna cocina con un esmerado servicio por cubiertos y a la carta a cinco pesetas, estando la cocina a cargo del competente y reconocido cocinero don Feliciano Escriche».
El amplio restaurant bar, que disponía de espléndidos salones comedor, perfectos para el servicio de banquetes, bodas, comuniones y bautizos, capaz para más de 150 comensales, contaba, además, con servicio a domicilio a través del teléfono 16.536.



Al acto de inauguración, que ocurrió desde las 6 de la tarde, acudió numeroso público que quedó gratamente impresionado, tanto en lo que a su presentación artística se refiere -uniéndose sencillez y magnificencia-, como del esmerado servicio que en él se dio, en sus dos aspectos de Bar y Restaurant, elogiándose calurosamente la organización del que fue uno de los locales predilectos de los valencianos en aquella Valencia durante el que está llamado como uno de los periodos más fascinantes y difíciles en la ciudad.

Meses más tarde, en julio, el sábado 23, el local inauguraba en su interior un nuevo espacio que se sumaba a lo anterior y que la prensa lo titulaba como «el mejor cabaret de España», un cabaret elegante y selecto, y con un gran programa de varietés -con diferentes sesiones- al cargo de la dirección artística de Alejandro Molina. Contaba la inauguración del Dancing American Bar con atracciones de pista de europa, 80 bailarinas de salón, orquestina de dancing y, según prensa, con luz, alegría y belleza para el que sería el más fresco y mejor local de Valencia, el «Dancing Pavón».


La gran asistencia del público y el éxito del salón-cabaret llevó a la dirección a efectuar reformas poco tiempo después, en agosto, cuando finalizaba la temporada. Inaugurado de nuevo en octubre de 1932, el salón fue montado al más puro estilo Hollywood, Viena y París, ofreciendo todo lo que ya antes disponía, destacando su pista luminosa, para continuar con el éxito que había conseguido.
Por su pista pasaron artistas conocidos, como Rosita Moreno -actriz y bailarina que llegó a actuar con Carlos Gardel o aparecer en alguna que otra película con actores como Cary Grant-; Petra García Espinosa, conocida en el mundo del flamenco como La Niña de Linares, una de las cantaoras flamencas más reconocidas durante los años treinta; Angelita Casado, una estrella de la canción del momento; o el guitarrista valenciano Juanito Fenollosa, más conocido como «El Chufa», considerado como el mejor guitarrista que ha tenido nunca Valencia, quien estremecía al propio Paco de Lucía cada vez que venía por Valencia.
Como anécdota, contar que en los primeros días de cabaret, el músico de la orquestina Salvador Roig Escutia denunció ante el juzgado de guardia que le habían robado su saxofón, valorado en unas 700 pesetas de la época.
No sabemos más de su existencia ni de lo que fue de él, salvo los pequeños anuncios publicitarios en prensa de época que invitaban a visitarlo
Fuentes:
- La correspondencia de Valencia, 7 de mayo, 19 de mayo, y 22 y 23 de julio de 1932.
- Las Provincias, 23 de julio de 1932.
- Diferentes fechas en prensa histórica para ver el historial de artistas que actuaron.
- La Semana Gráfica, Año VIII Número 305 – 14 mayo de 1932
- Valencia Antigua: Historia Gráfica