- Según un estudio, el acueducto de la Peña Cortada alcanzaba el cap i casal a lo largo de 98,6 kilómetros entre la Serranía y Valencia capital, y que con el paso del tiempo, con la caída del Imperio Romano, el trazado fue el origen de las acequias medievales de la Huerta Valenciana.
- La ruta, en realidad, se encuentra en término municipal de Calles y para comenzar su parte más bonita, sencilla y fácil, en dirección la población de Calles, podéis aparcar en la siguiente dirección de Maps (también podéis ver el TRACK DE WIKILOC DE VALENCIA BONITA). Sin embargo, podéis aparcar cerca de las coordenadas 39.742401, -0.969193 para hacer sentido inversa, el camino más bonito, justo al lado de una fuente en dirección alcotas.
Un artículo publicado en El País sobre el estudio del historiador Miquel R. Martí Maties, arqueólogo y doctor en arquitectura de la Universidad Politécnica de Valencia, ha identificado que el mayor acueducto romano de la península Ibérica se extendía a lo largo de 98,6 kilómetros entre la Serranía y Valencia capital -23 kilómetros más largo que el de Cádiz-, siendo, además, la sexta infraestructura hidráulica más larga del mundo clásico.
El recorrido de la gran obra de ingeniería civil -de la que ya el historiador valenciano Pere Antoni Beuter fue el primero en preguntarse en el año 1538 a qué pueblos abastecería el gran acueducto de la Peña Cortada que atravesaba las poblaciones valencianas de Calles, Chelva, antiguo Domeño y Tuéjar-, partía de un manantial ubicado en Tuéjar, la Serranía, a 585 metros de altura sobre el nivel del mar, y acababa en el centro de una Valencia que hoy nos sería completamente desconocida, a nivel del mar, un recorrido que penetraba por la acequia de Rovella, el lugar donde hoy se sitúa la Casa de la Misericordia hasta llegar a la plaza de Tossal, lugar desde donde se repartía el agua a todo el cap i casal.
El estudio de Miquel R. Martí Maties, el cual ha recuperado su trazado original utilizando fotografías aéreas del Ejército de Estados Unidos realizadas en 1956, fue dado a conocer en Santo Domingo de la Calzada (La Rioja), lugar donde se celebró hace no mucho el VI Congreso Internacional de Ingeniería Romana. En el congreso, como ya hemos comentado, se dio a conocer que los tramos formaban parte del que, desde ahora, es considerado el mayor acueducto levantado en Hispania en época romana, un total de 98,6 kilómetros que, con el paso del tiempo, se ha ido modificando y del que quedan restos de su completo recorrido, dado que se sabe que además, en la tesis del doctor, que los azudes y acequias medievales de la huerta valenciana serían solo una adaptación, por tramos, de la obra de ingeniería que se diseñó en la Valencia romana.
La llegada del desarrollo urbanístico y la construcción de autopistas y pantanos, además, ha propiciado que se haya enterrado o hecho desaparecer gran parte de la obra de ingeniería romana, como por ejemplo que la construcción del embalse de Loriguilla en 1965, próximo al Parque Natural de Chera-Sot de Chera, inundó los restos del acueducto, o que tras la caída del Imperio Romano ya resultaba imposible mantener la infraestructura dada su longitud y la inversión requerida. Este último caso fue el motivo de la amputación de una parte del recorrido, el cual se mantuvo por completo entre Vilamarxant y Valencia capital -donde es posible ver restos por ejemplo junto al hospital de Manises, junto a unas fábricas traseras- pero con agua llegada desde el Turia y no desde el manantial de Tuéjar, ya que según Martí Maties “esto suponía menos problemas técnicos y económicos y se aprovechaba la gradiente para el curso del agua por gravedad”.

El acueducto es visible entre los municipios de Tuéjar y Domeño (28,6 kilómetros); entre Vilamarxant y Valencia se conservan otros 26 kilómetros de manera más o menos intermitente; y en Gestalgar puede verse 700 metros, que se unen a otro kilómetro y medio, ya en túnel, entre esta localidad y Chulilla.
Tal y como se afirma en el artículo, la infraestructura de abastecimiento del siglo I d. C. -que en principio tenía 93 kilómetros y que atravesaba terrenos poco estables- se desplomó por las filtraciones de agua, en lo que ahora es el actual término municipal de Chelva. Los ingenieros romanos decidieron entonces anular 6,4 kilómetros de su trazado y añadirle otros 12 por zonas geológicamente más estables de las montañas calizas, lo que le confirió una longitud final de 98,6 kilómetros. El derrumbe en Chelva dejó un recto acantilado con la abertura del canal del acueducto, lo que se conoce actualmente en la localidad como el Balcón del Diablo.
Pero los desplomes no solo afectaron a Chelva, sino que sucedieron en otros lugares: “Esos tramos desplomados, borrados, hicieron pensar que nunca se acabó y llevaron a algunos a ofrecer alternativas novelescas del porqué no se finalizó”, añade el arqueólogo. “La maldición de los desplomes no acabó, ya que en Gestalgar -donde se encuentra el acueducto de Calicantos y que se creía inacabado-, los desprendimientos de fragmentos tanto pequeños como enormes de roca, que aún ahora suceden, debieron de traumatizar a los usuarios cuando estaba en pleno uso el acueducto”, señala, por último, Martí Maties.
En el siglo IX, la acequia de Rovella, reciclando el canal romano, penetró directamente en la capital de manos de los musulmanes. “La diferencia entre la hidráulica romana (pensada para consumo humano especialmente) y la islámica es la que existe entre un buen cable oficial grueso de la luz y las tomas ilegales de pequeños cables en un barrio (azudes y acequias). Las acequias musulmanas, con el mismo canal o no, siguen el trayecto diseñado por Roma. Por tanto, los árabes no inventaron el regadío hispano del que ya hablaba el agrónomo gaditano romano Columela, ni las norias, que eran griegas. Roma fue la pionera como demuestra la existencia del acueducto, adaptado por los bizantinos y visigodos y después por árabes y cristianos», culmina Martí Maties.
Hay quienes se empeñan en decir que el acueducto peninsular más largo, y segundo del imperio, es uno en las Médulas, en el Bierzo leonés, superando al de Valencia en un 50% gracias a sus más de 600 kilómetros. Sin embargo, ojo, no es un acueducto como tal, sino una red de canales, por lo que hay que diferenciar. Además, la red de canales del Bierzo Leonés fueron utilizados para las minas y transporte del material, etcétera, no para uso humano como en el caso del de Cádiz o Valencia, sumado a que hay una diferencia entre la terminología de canal, acueducto, represa, etcétera. En este caso, por consiguiente, la construcción del Bierzo Leonés no es el acueducto más largo de España simplemente porque no es tal. Llámenos a las cosas por su nombre: red de canales de la mayor mina de oro a cielo abierto del Imperio Romano.
Foto de portada de valenciabonita.es
Esto es una hipótesis porque hay muchos historiadores y arqueólogos de gran renombre que no están de acuerdo con lo que dice Martí Maties. De hecho y yo tampoco lo estoy, no demuestra muchas cosas con hechos, y veo muy vagos y poco creíbles sus argumentos.
Está cogido con pies puntillas, y faltaría desarrollar y demostrar algunas cosas, pero es una hipótesis más que podría ser posible.