- Era una obra sensible e inteligente, digna de conservarse, pero contradictoria: porque para empezar «hundió», en un subterráneo circular, aquello que Valencia había presumido más durante el formato de la plaza de los años veinte: el Mercado de Flores. Las cartas al director contra ese mercado «invisible» fueron muchas desde los años cuarenta. Y nos muestran ese gusto de los valencianos por lucir sus mejores galas ante los visitantes. Por eso el Mercado de Flores se anuló como tal en 1944. Para más encono, la obra, además de fuentes escalonadas muy interesantes en las esquinas, balaustradas y bancos de piedra y elegantes farolas de forja, incluía, de forma subsidiaria, unos urinarios subterráneos ligados a las paradas del tranvía. El conjunto, ubicado en la esquina donde ahora está el monumento a Vinatea, lo han descrito nuestros mayores como un «antro», un lugar feo y nada higiénico donde además era fama que actuaban viciosos poco recomendables (Adiós, «tortada», adiós, del gran artículo de Francisco Pérez Puche para Las Provincias).
El desaparecido Mercado de Flores de Valencia o reforma de la plaza del Ayuntamiento de Goerlich -mal llamada Tortada de Goerlich, por la visión que sugería su base superior al parecerse, o eso decían, al pastel tradicional valenciano de almendra-, fue una plaza sobreelevada que disponía un mercado de flores con 40 puestos, todos con agua corriente, que contaba con escalinatas de estilo clásico que daban acceso al mercado, subterráneo, con una gran fuente en su interior.

El mercado, obra del por entonces arquitecto municipal y mayor del Ayuntamiento de Valencia, Francisco Javier Goerlich Lleó (Valencia, 1886-1972), estuvo ubicado bajo el actual “socarral” de la plaza del Ayuntamiento, construido cuando por entonces la céntrica plaza se llamaba de Emilio Castelar y que fue, posteriormente, del Caudillo y del País Valenciano hasta llegar a la actual denominación.
La reforma de la plaza -cuya construcción se trataba de una plataforma elevada y triangular que disponía, en cada una de sus tres esquinas, tres grandes fuentes en representación de las tres provincias que conforman la hoy llamada Comunitat Valenciana- costó unas 400.000 pesetas de la época, otorgando, en su interior, una “rotonda” subterránea y distintiva para que los puestos de los floristas estuvieran juntos, con la división de un cristal -luciendo así la exposición de flores de cada puesto, dando la impresión de una franja florida-.
El acceso al mercado se realizaba por dos escaleras de mármol, quedando los muros que las limitaban chapados con el mismo material. A la terminación de estas escaleras, había mamparas de madera vieja y cristal que daban entrada y salida al mercado circular, con piso formado con trozos de mármol y que contenía, a lo largo de todo el muro interior, 40 cuartos revestidos con azulejos, además de puertas de madera vieja y cristal impreso, de los cuales 36 puestos se dedicaron a puestos de venta, dos a cuartos de aseo y uno para aprovisionamiento de agua, además de otro que no se determinó su actividad en su apertura.
Delante de los puestos de venta corría un mostrador chapado de mármol cuyo tablero alojó una canal de plancha de plomo revestido exteriormente de madera, para colocar flores, conteniendo agua permanentemente. Entre el mostrador y las puertas de los cuartos se dividían los puestos de venta por medio de mamparas de cristal de luna. A los costados de las puertas, y por el exterior, había búcaros de metal.
En el centro del Mercado había una fuente de mármol, rodeada por una corona circular de jardín. Éste, iba limitado por un bordillo de mármol a lo largo de éste y, del mostrador, corrían dos atarjeas.
La instalación de luz estaba bien dispuesta, era toda oculta con la instalación de claraboyas sobre las puertas de los cuartos, además de que lámparas de tubo, tras cristal deslustrado, rodeaban el polígono formado por los elegantes pilares centrales que circundaban la fuente.
LA INAUGURACIÓN:
- A pesar de que la reforma de la plaza, y el mercado, comenzó a construirse en el mes de diciembre de 1931 pudiéndose inaugurar en diciembre de 1932 -justo un año después-, no fue hasta enero de 1933, debido a algunas paralizaciones, cuando se inauguró oficialmente.

El Mercado de Flores se inauguró en plena Segunda República española, el 28 de enero de 1933. Un día después, la prensa se hacía eco del acto, como por ejemplo el periódico Las Provincias, el cual, en su segunda página de la edición del 29 de enero de 1933, decía:
“Como estaba anunciado, se inauguró ayer el hermoso mercado de flores. Asistió al acto, que tuvo gran sencillez, el alcalde accidental señor Gisbert –ya que Vicente Lambies Grancha había viajado a Menton-, varios concejales y mucho público, que deseaba ver el nuevo local destinado al simpático y típico comercio del producto de nuestros jardines.
La Banda Municipal amenizó el acto e interpretó el Himno Nacional (el de Riego), que fue saludado con entusiastas vítores a Valencia.
La inauguración de esta mejora ciudadana coincidía con el quinto aniversario del fallecimiento de Blasco Ibáñez; así es que desde el nuevo mercado de flores, el Ayuntamiento se dirigió al lugar donde está emplazada la lápida rotuladora del novelista valenciano, ante la que se depositaron coronas y preciosos ramos. El señor Gisbert dirigió telegramas recordatorios a la viuda del ilustre escritor y a don Sigfrido Blasco, que se halla en Niza”.
Las Provincias, 29 de enero de 1933.

El arquitecto Javier Goerlich no había podido asistir el día de la inauguración, porque estaba «enfermo en cama». Y el alcalde -Vicente Lambies Grancha- tampoco, porque estaba en Menton, al frente de una delegación que había viajado hasta la casa de Blasco Ibáñez para preparar el regreso de sus restos mortales.

El mismo periódico relataba como, acto después de la inauguración del mercado, el consistorio se trasladó a la casa natalicia de Blasco Ibáñez a la calle de Flor de Mayo, donde había un gran gentío. Allá, se depositaron ramos de flores y numerosas ofrendas, y desde un balcón contiguo a la ya desaparecida casa y lápida conmemorativa, el alcalde dio un discurso que fue muy aplaudido.
Para entender la cercanía de la desaparecida casa natalicia de Blasco Ibáñez al mercado de flores, un blog nos cuenta:
«El 19 de abril de 1866, Gaspar Blasco y Ramona Ibáñez (los padres de Blasco Ibáñez), venciendo la resistencia de la familia de la joven, a quien no agrada demasiado cierta desigualdad en la afianza, contrajeron matrimonio en la Iglesia de los Santos Juanes y pasaron a ocupar el altillo o pequeña entreplanta de la tienda de coloniales que Gaspar había adquirido poco antes de su enlace en la calle de la Jabonería Nueva, esquina a la de los Ángeles.
La nueva tienda o comercio que pasó a ocupar la familia Blasco Ibáñez era un local pequeño con dos puertas. La trastienda tenía un sobrado que la familia acomodó para transformarlo en vivienda. En este sobrado nació Vicente Blasco Ibáñez, en la calle Jabonería Nueva número 8.
Luego, la calle fue llamada Flor de Mayo y hoy, es la calle Editor Manuel Aguilar. En 1940, la casa natalicia del escritor valenciano fue derribada y la lápida que lo conmemoraba, se destrozó.
A finales del siglo XIX, la Jabonería Nueva era una estrecha calle, aledaña al llamado Mercado Nuevo, en una barriada popular, ruidosa, con pequeños comercios, tabernas, chocolaterías, droguerías, platerías, tiendas populares con una gran variedad de productos».
EL DERRIBO Y SU FIN:
En 1944, el mercado subterráneo se anuló. En ese momento, los puestos de venta de flores de la ya entonces llamada plaza del Caudillo salían a la superficie. Así se hace eco la hemeroteca de Las Provincias, valenpedia.lasprovincias.es, donde menciona que «durante este año, en la céntrica plaza del Caudillo de Valencia, se han realizado numerosos cambios. Entre ellos, destaca sobre todo los nuevos puestos de venta de flores, al aire libre. De este modo, en agosto de 1944 se abrió el primer quiosco para la venta de flores, con lo que se cumplió el acuerdo municipal de sacar las floristas del mercado subterráneo, debajo de la plataforma, en que se hallaban. Aunque la opinión pública y los propios floristas estaban de acuerdo con esta medida, mostraron su disconformidad con la modestia de los puestos y con su distribución».

Cabe decir que los floristas fueron quienes, principalmente, instigaron para revertir la obra, ya que el hecho de que los puestos se situasen bajo tierra suponía una ruina comercial para muchos de ellos, algo que recogía la prensa de época en ocasiones -Francisco Pérez Puche mencionaba en Adiós, «tortada», adiós que las cartas al director contra ese mercado «invisible» fueron muchas desde los años cuarenta-.
Era una obra sensible e inteligente, digna de conservarse, pero contradictoria: porque para empezar «hundió» en un subterráneo circular aquello de los que Valencia había presumido más durante el formato de la plaza de los años veinte: el Mercado de Flores. Las cartas al director contra ese mercado «invisible» fueron muchas desde los años cuarenta. Y nos muestran ese gusto de los valencianos por lucir sus mejores galas ante los visitantes. Por eso el Mercado de Flores se anuló como tal en 1944. Para más encono, la obra, además de fuentes escalonadas muy interesantes en las esquinas, balaustradas y bancos de piedra y elegantes farolas de forja, incluía, de forma subsidiaria, unos urinarios subterráneos ligados a las paradas del tranvía. El conjunto, ubicado en la esquina donde ahora está el monumento a Vinatea, lo han descrito nuestros mayores como un «antro», un lugar feo y nada higiénico donde además era fama que actuaban viciosos poco recomendables.
La mala fama, a la que contribuyeron las críticas falleras como no podía ser menos, se acrecentó en los años cincuenta. Que fueron también años de crecimiento de la Falla del So Nelo, cuando los festejos falleros, el disparo de fuegos cada vez más contundentes y la falla misma, empezaron a reclamar más espacio.
Adiós, «tortada», adiós, del gran artículo de Francisco Pérez Puche para Las Provincias
Los comerciantes, de hecho, se opusieron de entrada a la reforma efectuada a principios de los años 30, una obra que situaba los puestos bajo tierra -antes de la inauguración de la reforma de Goerlich, se encontraban en superficie-. Para muchos, el resultado de la obra fue desterrarlos y situarlos en un espacio oscuro y angosto, aunque lo que verdaderamente pretendía el arquitecto, sin ninguna duda, fue algo que muchos valencianos nunca entendieron: que el mercado subterráneo circular fuera un elemento distintivo de la plaza.
El desmontaje definitivo del mercado comenzó en 1961, si bien en 1959 ya empezó a darse voz, algo de lo que se hacía eco Las Provincias diciendo que “el desmontaje del Mercado de Flores se está haciendo con todo cuidado, numerando sus piedras, ante la posibilidad de utilizar sus elementos arquitectónicos, fuente, columnas, etcétera, en algún otro lugar»,

El Ayuntamiento de Baltasar Rull tomó el acuerdo del desmantelamiento en 1953. Adolfo Rincón de Arellano, en 1961, entendió que derribar la «tortada» era ya una necesidad en aras de la modernidad. Porque incluía prestar un servicio al nuevo rey de la ciudad, el automóvil. Para él se abrió una comunicación entre las calles de la Barcas y de la Sangre. Y se diseñó, descartada en 1959 la idea de hacer un sótano de varios pisos para estacionamiento y galería comercial, un aparcamiento de coches en superficie usado por los funcionarios del Ayuntamiento: una «creación» que durante años afeó la plaza mucho más que la «tortada».
En el otoño de 1961, la obra avanzó y para las fallas de 1962 permitió una perspectiva nueva, plana, bordeada por las casetas de flores. La «sorpresa» municipal llegó en la primavera de 1964, cuando el nuevo formato de la plaza se completó con el monumento al general Franco.
Adiós, «tortada», adiós, del gran artículo de Francisco Pérez Puche para Las Provincias
Ya en 1963, la prensa se hacía eco de la recién inaugurada fuente luminosa de la plaza del Caudillo, algo que recoge la hemeroteca de Las Provincias, donde dice “la fuente luminosa de la plaza del Caudillo ha costado tres millones y medio de pesetas y necesita treinta y cinco minutos para realizar todas las combinaciones de agua y luz que su mecanismo admite. Tras la demolición del mercado de flores y la plataforma elevada, quedan sólo algunos detalles para dar por terminada la reforma de la plaza”.
Un año más tarde, en 1964, la propia hemeroteca recoge «finaliza la reforma de la la plaza del Caudillo»: «Acaba la reforma de la plaza del Caudillo, tras derribar el mercado de flores y la popular tortada, esta se había construido en la década de los años treinta. Este año se han colocado palmeras que adornan y dan vida a la céntrica plaza. Cabe recordar que la fuente luminosa se inauguró el pasado año. En la imagen, una vista aérea de la plaza con el aparcamiento».

Pincha aquí para saber qué ha sido del Mercado de Flores (sus restos), redactado por la Fundación Goerlich
Más restos de la plaza de Goerlich son encontrados en jardines y el cementerio de Paiporta
La olvidada columna del antiguo mercado de flores subterráneo de la tortada de Goerlich
Existe, además, un solar a modo de vertedero en la ciudad de Valencia, abandonado, que dispone de más elementos y restos de la plaza del Ayuntamiento de Goerlich (artículo publicado en prensa escrita el viernes 19 de febrero de 2021, «restos de la plaza del Ayuntamiento de Goerlich tirados en un vertedero»).