En febrero de 2017 pude disfrutar de un buen almuerzo en casa de un amigo muy especial rodeado de gente única, gente distinta entre sí pero con un bien común: el amor por la tierra. El lugar donde pudimos almorzar es una pequeña bodega subterránea que dispone en su propia casa nuestro querido anfitrión, donde allí guarda botellas de vino que con el paso de los años se convierten en oro líquido. Las conversaciones fueron muy amenas y agradables, al igual que el vino, de un gusto exquisito. Fue este último el que daba paso a las palabras de sinceridad y risas entre los que asistíamos al almuerzo, que también fue acompañado poco después por Mistela de la tierra para acabar “tortas perdidos”. Aquel día era especial y la ocasión lo requería.
En la calle, a las dos de la tarde, se celebraba una Mascletà de las de antes, de “Trams de Tro”, de las que uno participa sin quedarse con las ganas de correr bajo el fuego o junto a él, conviertiéndose en más que un simple espectador.
Bajo esa excusa, la de vivir un día de tradiciones, no podía faltar a la mesa un almuerzo que el anfitrión había comprado en el horno tradicional del pueblo: coca de cansalà. Muchos la conocerán como “coca salá”, “coca salada” o “coca de fira o d’Ontinyent”, entre otros muchos nombres dependiendo de la zona donde se realice, donde en el mencionado, en Ontinyent, tienen un dicho sobre este manjar que no solo degustan en la tradicional «Fira de Novembre», sino todo el año: «Un pa a la post i la cansalá al rebost».
A la mesa, al comienzo del almuerzo, la bendición del anfitrión no fue parecida a ninguna que hasta ahora conocía. Ella se basó en comenzar a cortar y repartir a todos los asistentes un trozo de la coca o “torta de cansalà”, como así la llamaron, sirviendo vino y explicando a todos aquellos, como yo, lo que significaba comer aquella torta en ese día.
La explicación fue simple y directa: nos comemos la «cansalà», traducido como tocino de cerdo en castellano, porque en las creencias y ritos antiguos valencianos este «adjetivo» es un insulto a todos aquellos que atentan contra las usos, costumbres y tradiciones valencianas, conocido por nuestros mayores como maldición y el mayor insulto que se le puede dar en nuestro idioma, el valenciano, a alguien. En antiguo, en los Usos y Costumbres Valencianas de la Traca, era un calificativo que el «Aveaor de Traca» daba a los alcaldes, gobernadores, capitanes generales y cualesquiera que fueran las autoridades cuando no respetaban las tradiciones. Es también la maldición que se aplicaba en antiguo en las fallas en originen, en las que los ninots, representando por ejemplo a miembros políticos de otros casinos rivales en Valencia, eran maldecidos con unas cartelas que hoy en día podemos ver bajo el ninot de falla en alusión a lo que representa. También se aplicaba por los Jueces del Tribunal de las Aguas, quienes los asistentes ante este más que milenario tribunal temían ser condenados con esta maldición cuando eran requeridos ante ellos.
Nuestro anfitrión alzaba la copa en señal de todos aquellos que han atentado contra las tradiciones de la tierra, y en especial por lo que aquel día se celebraba y que era un evento casi desaparecido: una Mascletà a la antigua usanza, corriendo bajo «el Tram de Tro». Pero no solo nos comíamos aquella torta por ese motivo. Una de las tradiciones de la población, La Pobla de Vallbona, es la «Honorà«, una costumbre muy arraigada en este pueblo y que a pesar de no ser prohibida durante esas fiestas (sí lo fue durante algunos años), sí ha sido modificada al gusto del consistorio para no disparar armas de verdad en honor al patronazgo de San Sebastián.
Tras aquellas palabras y explicaciones no nos quedaba más remedio que ser partícipes de aquel rito y terminar con toda la torta para nosotros también maldecir a todos aquellos que habían prohibido o modificado actos y tradiciones a su antojo, nombrándoles «cansalà» sin ellos saberlo. Tras la coca acompañó más comida, con un postre dulce como es la naranja, dulces típicos y una mistela artesanal (y qué mistela oiga). Al acabar de almorzar pudimos acercarnos a poder ver la «rechimentà» de la Mascletà a cargo de RICASA. Solo nos quedaba vivir y sentir la Mascletà, para así poder regresar al pasado sin tener que marcharnos de esta época llena de engaños sobre nuestras costumbres y tradiciones. Una época llena de auténticos «cansalà».

Por cierto, la coca llevaba tocino de cerdo y longaniza sobre una masa de pan salada, donde en muchas comarcas se le añade otro tipo de embutido como el blanquet o el chorizo, o incluso hacerla con sardina y pimientos verdes, tal y como nos explica por ejemplo el calaixetdelaiaia.blogspot.com.es en su blog o lacocinademaria-maria.blogspot.com.es en su artículo.
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